La industria de los satélites tiene un nuevo filón en una Latinoamérica hambrienta de banda ancha. Una demanda que crece en paralelo al crecimiento de pago y a necesidades concretas de servicios que llegan desde el mundo corporativo. Sin olvidar, por supuesto, el floreciente mercado de la televisión de pago.
Por ahora se trata de un mercado con amplias capacidades de crecimiento cuyo volumen alcanza ya los 1.170 millones de dólares (891 millones de euros), según el último informe sectorial de la consultora especializada Frost & Sullivan.
En los últimos seis años, además el crecimiento medio de los ingresos en las empresas implicadas en el negocio ha aumentado un 4,2%. Un guarismo excepcional en plena crisis de los demás grandes mercados y que aún podría ir a más.
En un sector dominado por las dos grandes compañías mundiales, Intelsat y SES, el "Star One", de Telmex y Embratel, es la principal referencia local y posee un 23,9% de la cuota de mercado. También poseen unas cifras de negocio apreciables, el Satmex mexicano (9,9%) e Hispamer, filial de Hispasat (9,5%).
Pero todos los satélites que compiten en el negocio se encuentran al máximo de su capacidad, según los expertos. Lo que abre la puerta al desembarco de algunas compañías que ya han ‘coqueteado’ con esa posibilidad, como Hughes, Echostar o Eutelsat.
Incluso se han anunciado ya proyectos de aumento de la inversión pública en la tecnología de los satélites por parte de los actuales gobernantes de Bolivia, Brasil y México.
Pero no es el único mercado prometedor. Chile, México y Venezuela también cuentan. Y todos ellos tienen una característica que permite al sector mantenerse, por ahora, bastante inmune al avance del "streaming" gratis total que se extiende por la Red en los otros países desarrollados.
Se trata de las necesidades de las compañías que trabajan en localizaciones remotas en la extracción de materias primas. Minería, petróleo y gas, fundamentalmente.
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