Más allá de las suspicacias estrictamente políticas, cuando se habla del uranio y el interés de un país bélico -amigo de Bolivia- en la explotación de ese mineral estratégico que existe en Bolivia, habría que establecer con prioridad un proyecto de exploración de más de treinta (30) sitios ubicados en la extensa geografía nacional, donde se supone que existen “concentraciones” de uranio.
Para no caer en el pecado de apreciaciones erróneas y simplemente con el deseo de encontrar alguna explicación lógica, nos remitimos a un informe -ya pasado- del Servicio Nacional de Geología Técnico de Minas (Sergeotecmin) que menciona “la existencia de uranio en 38 sitios del territorio nacional”, pero la duda proviene de una apreciación -seguramente técnica- cuando se indica que “se halló el mineral (uranio) pero no los yacimientos”. ¿Es posible que una cantidad del mineral hubiese aparecido en un sitio cualquiera? Resultaría una incongruencia, por tanto allí donde se encuentran vestigios del mineral es importante que se hagan las investigaciones de rigor para cuantificar lo que con seguridad es un yacimiento cuya potencialidad es la que debe ser determinada.
Se indica, asimismo, que en ninguno de los sitios (38) se efectuaron tareas propias de explotación, simplemente técnicos especialistas efectuaron labores de exploración y añaden también de prospección.
Lo rescatable y evidente es que en la zona altiplánica entre Sevaruyo (Oruro) y Río Mulatos (Potosí) en la mina Cotaje, se hizo un trabajo de explotación de uranio extrayendo el mineral de conformaciones rocosas que procesaron en laboratorio hasta lograr la conocida yellow cake (torta amarilla), que resulta ser un producto impregnado de uranio. Se menciona que esas operaciones de orden preliminar se desarrollaron a comienzos de la década de los 80, de modo tal que en 1982 se abandonó el proyecto debido a que no se logró el objetivo de obtener uranio en cantidades que compensen las inversiones. El yacimiento existe, uranio también, por tanto Cotaje debería ser objeto de una nueva exploración, como también otros lugares del propio altiplano entre La Paz, Oruro y Potosí para luego hacer lo mismo en Santa Cruz, Chuquisaca y en parte de Tarija, donde los informes satelitales detectaron la presencia de uranio.
Como señalamos (líneas arriba), el asunto de momento no está en disponer una millonaria inversión de explotación, lo que se necesita primero es una apropiada asignación de recursos para encarar un verdadero proyecto de exploración que determine verazmente la existencia o no de uranio en el país, lo que de ser evidente, así lo ratifican variados informes, obligaría recién a una proyección financiera y técnica que nos permita explotar el codiciado mineral estratégico, que tiene precio millonario en las potencias mundiales.
El principal uso del uranio en la actualidad es como combustible para los gigantes reactores nucleares, también sirve como materia básica para la fabricación de cierto tipo de municiones y para uso como blindaje de alta resistencia en atuendos de seguridad personal. Pero aparte de otros usos menores, la principal demanda corresponde a “países belicistas” cuyo uso en especial corresponde a la fabricación de armas nucleares.
Es ahí donde comienza la polémica en torno a política interna y posibles vínculos o compromisos nacionales con “esas naciones amistosamente colaboradores”, justo en el tiempo presente.
Un problema que merece aclaración oficial muy precisa, pero además con los detalles concretos, sobre una posible incursión en el campo de la explotación de uranio, si tenemos los yacimientos apropiados. Puede ser el despegue de otro emprendimiento gigante con el uso de nuestros recursos naturales inclusive los estratégicos.
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