Brevedad: El minero boliviano que fue rescatado de la mina de San José, después de 69 días, dijo que primero resolverá algunos asuntos pendientes de Copiapó y volverá junto a su familia en Cochabamba, donde el Gobierno le otorgó una casa.
Desesperados y angustiados, con la esperanza de tocarlo, abrazarlo y acariciarlo. Así aguardaron ayer, a las 11.20, diez de los familiares de Carlos Mamani, de 23 años, el minero boliviano que fue atrapado, junto con otros 32 mineros, en la mina chilena San José durante 69 días y que visitó nuevamente su tierra.
“Estoy emocionada. Tengo un nudo en la garganta, sólo quiero que mi hermano salga por esta puerta, besarlo y abrazarlo”, dijo Irma Mamani Soliz, hermana mayor de Carlos, a quien mientras hablaba se le cortaba la voz, en tanto miraba la puerta de llegada internacional del Aeropuerto de El Alto.
Junto a Irma, que es una mujer de tez morena ataviada con una manta amarilla y pollera del mismo color, estaban sus otras dos hermanas, Nelia y Arminda, un hermano y su esposa, quienes en muestra de su desesperación se frotaban las muñecas de las manos y observaban el movimiento de los soldados de la Fuerza Aérea, que custodiaban la salida.
“Ya llegó el avión”, dijo uno de los trabajadores del aeropuerto cuando el reloj dio las 11.25. Desde ese momento, los segundos para toda la familia Mamani se convirtieron en una eternidad, porque salían muchas personas, menos Carlos.
“Ya viene, ya viene”, se escuchaba decir a la gente y ellos rápidamente giraban la cabeza para observar la puerta, al igual que decenas de periodistas que se acomodaron en el lugar. No era cierto. Sólo aparecían otros pasajeros del vuelo número 400 de la línea aérea Sky Airlines. Uno de esos instantes, la cuñada de Carlos aprovechó para poner a su hija en el suelo, envolverla y acomodarla antes de llevarla nuevamente a su espalda.
Mientras eso ocurría en la puerta, adentro los ministros de la Presidencia y de Minería, Óscar Coca y José Pimentel, respectivamente, además del presidente de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol), Hugo Martínez, recibían a Carlos.
Eran las 11.48 cuando el minero, vestido con un jean azul, una chamarra ploma con vivos celestes en las mangas, un guardatojo de minero y los lentes oscuros para protegerse la vista de los rayos ultravioletas, caminó apresurado hacia la puerta.
Detrás de él salía su esposa, Verónica Quispe, quien vestía de chompa negra y llevaba entre sus brazos a su pequeña hija, Emily. Al lado de ellas estaba el suegro de Mamani, Jhonny Quispe.
“Carlos, Carlos, manda saludos a Bolivia”, gritaban algunas periodistas, pero él sólo sonreía sin decir palabra alguna. Siguió sus pasos de forma apresurada hacia una vagoneta verde, en la que junto con su esposa y el Ministro de la Presidencia descendieron a la urbe paceña para participar en el almuerzo que el presidente Evo Morales hizo preparar para él y su familia en el Palacio de Gobierno.
Las ganas de Irma de abrazar a su hermano se disolvieron, porque la multitud y el resguardo evitaron que le diera esa muestra de afecto. Su tío, Isidro Mamani, fue el único que lo logró.
Una mezcla de llanto, alegría y nerviosismo se apoderó de las mujeres de la familia Mamani, quienes subieron a otros vehículos del Estado y siguieron a su hermano en caravana.
Al Palacio llegaron a las 12.15 y el almuerzo con el Mandatario, el cónsul de Bolivia en Chile, Walker San Miguel, y algunos minitros se prolongó por más de una hora y media.
Después, Carlos, junto con su tío y su suegro, salió para hablar con los medios. Él sostenía un estuche grande de color azul, y su suegro, una botella que en su base tenía una barcaza hecha de paja. “Jallalla Bolivia, jallala Carlos, jallala Chile”, gritó eufórico el tío, antes de comenzar a hablar.
Carlos afirmó que está muy contento de ver a su familia, “porque es muy importante. El Presidente me ofreció un trabajo seguro. Voy a regresar a Bolivia siempre y cuando arregle todos los problemas allá, porque he vuelto a nacer en Chile y ahora tengo varios trámites que hacer con la demanda”.
El minero boliviano que fue a buscar suerte a Chile porque no encontraba trabajo en Bolivia comentó escuetamente que va a trabajar “en un yacimiento de Cochabamba como jefe de Transportes”.
Su tío fue el que aseguró que “va ha ganar muy bien, 7.000 bolivianos y además, tendrá su casa en Cochabamba. Él asumirá su trabajo estos días”.
Carlos, junto con sus 32 compañeros, se encontraba enterrado a más de 700 metros en la mina San José desde agosto, pero el 13 de octubre fue rescatado.
San Miguel, que llegó con Mamani a Bolivia, dijo que el Gobierno protegerá del acoso mediático a Carlos para que pueda reanudar su vida con normalidad. Por eso, dijo que “el Presidente le dio a escoger dónde quiere estar y él prefirió Cochabamba”, aunque no confirmó su trabajo.
Autoridades se disputan la cápsula Fénix
Los alcaldes de la región de Atacama en el norte de Chile se mostraron molestos ayer por la decisión del Gobierno de trasladar la cápsula Fénix 2 a Santiago, donde será exhibida frente al Palacio de La Moneda.
“No queremos las sobras, queremos que la cápsula original que participó en el rescate quede en Copiapó”, expresó a los periodistas el alcalde de esa ciudad, Maglio Cicardini, quien aseguró que pelearán por ella “como tesoro de guerra”, informó Efe.
La cápsula Fénix 2, responsable del rescate de los 33 mineros atrapados durante 69 días a 700 metros de profundidad, llegó ayer a la capital chilena, guardada en un cajón y tapada por un velo azul marino.
El ministro del Interior de Chile, Rodrigo Hinzpeter, anunció ayer el destino de las tres cápsulas fabricadas por los astilleros de la Armada para el rescate de los 33 mineros de la mina San José.
“Una de las cápsulas se quedará en la ciudad de Copiapó, otra viajará a la Expo Shanghai y la Fénix 2, la que fue utilizada para sacar a los mineros a la superficie, se exhibirá en la plaza de la Ciudadanía, frente al Palacio de La Moneda, en Santiago.
El edil de Copiapó recibió el respaldo del resto de los alcaldes de la región, entre ellos la alcaldesa de la norteña ciudad de Caldera, Brunilda González, quien aseguró que “se habla de descentralización y en este tema ni siquiera se nos consultó qué pensamos”.
Además, en Talcahuano, en el sur de Chile, lugar donde se construyeron las cápsulas utilizadas en el rescate, también las autoridades mostraron su descontento.
“Merecemos que una de ellas regrese, porque fueron obra de nuestra gente”, explicó el alcalde de Talcahuano, Gastón Saavedra.
Por su parte, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, en declaraciones a la Televisión Nacional no precisó cuál será el destino de cada una de las cápsulas, aunque sí aseguró que “la intención es que una de ellas quede en la región de Atacama”.
La travesía de Carlos hasta Bolivia
A Carlos Mamani se lo ha visto sin esas gafas que, según alguna persona, le dan una pinta de actor de cine o de cantante de rock. Tiene unos ojos pequeños y achinados, negros como la misma noche en que salió del vientre de la tierra, donde estuvo 69 días, sobreviviendo.
Se lo vio sin sus gafas la noche del domingo, en la estación de buses de Copiapó, con su niña en brazos, protegido por su esposa y su suegro, quienes estuvieron llorando en las faldas del campamento Esperanza.
En la estación de buses, mientras aguardaba que llegue el motorizado, veía de a ratos la Tv y en ella se mostraban imágenes de cuando estaban en el submundo. Él, al ver a sus compañeros descamisados, se reía y después se callaba.
Tras la espera, los cuatro abordaron el bus rumbo a Antofagasta para tomar el vuelo hacia Arica, en Chile, y de ahí a La Paz. A él lo miraba la gente y decía despacito: “Es él, el sobreviviente de la mina”.
Antofagasta apareció después de siete horas de viaje, a las 08.30 ya del lunes. Los Mamani corrieron al aeropuerto y ahí hubo gente que a Carlos le pidió autógrafos, que se hizo sacar fotos con él, que le dio uno y otro apretón de manos, que lo miró con detenimiento y se preguntaba si era verdaderamente él, el mismito que hace una semana aguardaba, junto con 32 compañeros suyos, ser salvados por un túnel vertical de casi 700 metros de profundidad.
Ya en La Paz, en la plataforma del Aeropuerto de El Alto lo esperaba una comitiva encabezada por el ministro de la Presidencia, Óscar Coca. Le pusieron el casco de minero y no tuvo que hacer la cola en las oficinas de Migración para internarse oficialmente dentro del país que lo vio nacer y donde lo esperaban con la tricolor.
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