Es posible que algunos ámbitos de la comunidad no hayan tomado en cuenta la importancia y el valor de lo que ha significado a la Nación las exportaciones de minerales, que fueron el componente más importante en la generación de las divisas para el país. Sólo vale recordar que desde el tiempo de la colonia la explotación de la plata y después a principios del siglo XX y hasta el presente la exportación de nuestros concentrados y lingotes de estaño es fundamental en la economía boliviana, además de otros minerales como el zinc y el oro.
En nuestra historia hay que recordar hechos que marcaron serios problemas en los ámbitos sociales, como la caída de precios de minerales en la bolsa de Londres por efecto de la aparición de productos sustitutos, sobreoferta y hasta una recesión de la industria de transformación de minerales que tuvo efecto mundial hasta liquidar prácticamente su comercio con lo que por lo menos en Bolivia no quedó otra alternativa que cerrar todas las operaciones mineras dependientes de la poderosa Comibol, sucedió en el año 1985 cuando miles de trabajadores del subsuelo fueron despedidos.
Pasó algún tiempo en el que los retirados se convirtieron en transportistas, otros en comerciantes informales y una buena cantidad en contrabandistas, cambiando prácticamente el sistema comercial de Oruro que desde entonces se volvió centro de intenso trajín comercial no legal sustituyendo la dependencia que se tenía con la actividad minera.
Lo interesante es que el trabajo en las minas no desaparece y tras un periodo de grandes restricciones audaces y visionarios empresarios privados se lanzan a la aventura de explotar minerales como el zinc, el oro y en menor escala la plata y el antimonio, reemplazando de ese modo el estaño que continuó con precio muy inestable en los mercados externos. Nuevamente la minería se sobrepone a los avatares del destino y su paulatina recuperación permite incrementar los ingresos vía regalías para el TGN y el tesoro departamental, aunque todavía los parámetros de sostenimiento no son suficientemente seguros para salvar la economía regional.
No hay que olvidar que la producción minera del país especialmente entre los años 70 al 80 marcaron límites productivos gracias al precio internacional que por entonces consignaba al estaño como el más apetecido por las grandes industrias mundiales. El recuento de hechos refiere que el año 1980 nuestras exportaciones de estaño alcanzan su punto más alto al superar la barrera de los mil millones de dólares, lo que significaba una demostración muy concreta del valor de las exportaciones de minerales.
Con diferentes variables pero ya en seguro descenso las exportaciones tienen una ostensible disminución que llega a su máximo límite cuando la Comibol no tiene otra opción que liquidar a miles de trabajadores dadas las negativas condiciones vigentes en el mercado internacional de minerales. Los mineros recuerdan que 10 años antes, en 1975, también se produjo una catastrófica caída de precios obligando a tomar medidas de emergencia, aunque las mismas no fueron tan duras como las del año 85 al 87.
En los registros de las instituciones que efectúan control de los movimientos económicos del país hay un detalle interesante cuando se menciona que en un periodo pasado la exportación de hidrocarburos, que por entonces constituían la venta de petróleo crudo, tuvieron excepcional mejoría en los años 70 gracias a las primeras exportaciones de gas natural a la Argentina. Después se hace otro poco con Brasil y sólo en ese periodo los hidrocarburos permiten mitigar el desastre financiero ocasionado por la caída en el precio de minerales.
Como dicen los entendidos, nuestra economía se rige por vaivenes particulares en los precios internacionales para exportación de nuestros recursos naturales como hidrocarburos y minerales que son la base de la economía nacional y se complementan con otros rubros de menor efecto financiero como productos no tradicionales que sin embargo en el último tiempo han ganado mercado y pueden convertirse en alternativas financieras sustitutivas de las principales.
Cuando se habla de las exportaciones no se puede dejar de mencionar esos datos que señalan periodos importantes en que los minerales fueron parte determinante en la producción de divisas y el sostenimiento de fuentes de empleo, desde los presupuestos de salvación en la minería chica, los oficiales que pagaba el Estado, los más apetecidos que aún se encuentran en la minería mediana y los de suerte que corresponden a los cooperativistas mineros, si logran ubicarse en predios que no sean disputados por avasalladores. Volviendo al tema de las exportaciones “no tradicionales” las mismas alcanzan un repunte excepcional en los años 90 al 95 por su diversificación y el apoyo que captan desde el Estado y se consolidan con interesantes mercados externos, tal el caso del café, la soya, la castaña, cueros, maderas, azúcar y el algodón que son requeridos y aceptados externamente por calidad y seriedad de aprovisionamiento.
Se reconoce la importancia de los productos no tradicionales bolivianos y su exportación tiene cifras interesantes al final de los años 90 registrando un 55 por ciento de todas las exportaciones; en el año 2000 hay variación pero no bajan del 52 por ciento y hasta finales del 2004 están por encima del 47 por ciento. En todos los casos el resto porcentual sigue siendo favorable a la minería e hidrocarburos.
Estos detalles tan claros nos hacen ver que la minería merece un tratamiento prioritario para seguir siendo el sostén de la economía nacional, por tanto el Estado debe dedicar su mayor atención a fortalecer la actividad minera con claras reglas de juego para captar inversiones, con seguridad jurídica que permita operaciones sin riesgo, con medidas que impulsen la creación de un banco financiero minero y con un sistema tributario que permita seguir nutriendo al Erario Nacional, pero al mismo tiempo cubriendo inversiones y respaldando miles de fuentes de empleo.
En nuestra historia hay que recordar hechos que marcaron serios problemas en los ámbitos sociales, como la caída de precios de minerales en la bolsa de Londres por efecto de la aparición de productos sustitutos, sobreoferta y hasta una recesión de la industria de transformación de minerales que tuvo efecto mundial hasta liquidar prácticamente su comercio con lo que por lo menos en Bolivia no quedó otra alternativa que cerrar todas las operaciones mineras dependientes de la poderosa Comibol, sucedió en el año 1985 cuando miles de trabajadores del subsuelo fueron despedidos.
Pasó algún tiempo en el que los retirados se convirtieron en transportistas, otros en comerciantes informales y una buena cantidad en contrabandistas, cambiando prácticamente el sistema comercial de Oruro que desde entonces se volvió centro de intenso trajín comercial no legal sustituyendo la dependencia que se tenía con la actividad minera.
Lo interesante es que el trabajo en las minas no desaparece y tras un periodo de grandes restricciones audaces y visionarios empresarios privados se lanzan a la aventura de explotar minerales como el zinc, el oro y en menor escala la plata y el antimonio, reemplazando de ese modo el estaño que continuó con precio muy inestable en los mercados externos. Nuevamente la minería se sobrepone a los avatares del destino y su paulatina recuperación permite incrementar los ingresos vía regalías para el TGN y el tesoro departamental, aunque todavía los parámetros de sostenimiento no son suficientemente seguros para salvar la economía regional.
No hay que olvidar que la producción minera del país especialmente entre los años 70 al 80 marcaron límites productivos gracias al precio internacional que por entonces consignaba al estaño como el más apetecido por las grandes industrias mundiales. El recuento de hechos refiere que el año 1980 nuestras exportaciones de estaño alcanzan su punto más alto al superar la barrera de los mil millones de dólares, lo que significaba una demostración muy concreta del valor de las exportaciones de minerales.
Con diferentes variables pero ya en seguro descenso las exportaciones tienen una ostensible disminución que llega a su máximo límite cuando la Comibol no tiene otra opción que liquidar a miles de trabajadores dadas las negativas condiciones vigentes en el mercado internacional de minerales. Los mineros recuerdan que 10 años antes, en 1975, también se produjo una catastrófica caída de precios obligando a tomar medidas de emergencia, aunque las mismas no fueron tan duras como las del año 85 al 87.
En los registros de las instituciones que efectúan control de los movimientos económicos del país hay un detalle interesante cuando se menciona que en un periodo pasado la exportación de hidrocarburos, que por entonces constituían la venta de petróleo crudo, tuvieron excepcional mejoría en los años 70 gracias a las primeras exportaciones de gas natural a la Argentina. Después se hace otro poco con Brasil y sólo en ese periodo los hidrocarburos permiten mitigar el desastre financiero ocasionado por la caída en el precio de minerales.
Como dicen los entendidos, nuestra economía se rige por vaivenes particulares en los precios internacionales para exportación de nuestros recursos naturales como hidrocarburos y minerales que son la base de la economía nacional y se complementan con otros rubros de menor efecto financiero como productos no tradicionales que sin embargo en el último tiempo han ganado mercado y pueden convertirse en alternativas financieras sustitutivas de las principales.
Cuando se habla de las exportaciones no se puede dejar de mencionar esos datos que señalan periodos importantes en que los minerales fueron parte determinante en la producción de divisas y el sostenimiento de fuentes de empleo, desde los presupuestos de salvación en la minería chica, los oficiales que pagaba el Estado, los más apetecidos que aún se encuentran en la minería mediana y los de suerte que corresponden a los cooperativistas mineros, si logran ubicarse en predios que no sean disputados por avasalladores. Volviendo al tema de las exportaciones “no tradicionales” las mismas alcanzan un repunte excepcional en los años 90 al 95 por su diversificación y el apoyo que captan desde el Estado y se consolidan con interesantes mercados externos, tal el caso del café, la soya, la castaña, cueros, maderas, azúcar y el algodón que son requeridos y aceptados externamente por calidad y seriedad de aprovisionamiento.
Se reconoce la importancia de los productos no tradicionales bolivianos y su exportación tiene cifras interesantes al final de los años 90 registrando un 55 por ciento de todas las exportaciones; en el año 2000 hay variación pero no bajan del 52 por ciento y hasta finales del 2004 están por encima del 47 por ciento. En todos los casos el resto porcentual sigue siendo favorable a la minería e hidrocarburos.
Estos detalles tan claros nos hacen ver que la minería merece un tratamiento prioritario para seguir siendo el sostén de la economía nacional, por tanto el Estado debe dedicar su mayor atención a fortalecer la actividad minera con claras reglas de juego para captar inversiones, con seguridad jurídica que permita operaciones sin riesgo, con medidas que impulsen la creación de un banco financiero minero y con un sistema tributario que permita seguir nutriendo al Erario Nacional, pero al mismo tiempo cubriendo inversiones y respaldando miles de fuentes de empleo.
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