La Universidad de Sídney desarrolla una nueva generación de robots que mejorarán la seguridad en el sector minero de Latinoamérica, además de otros para labores de agricultura, arqueología e investigación biológica.
El director del Centro de Robótica de Campo de la Universidad de Sídney, el argentino Eduardo Nebot, declaró a Efe que accidentes como el que ocurrió hace unos dos años en la mina chilena de San José obligan a perfeccionar la seguridad en las minas mediante nuevas tecnologías.
Un derrumbe en el yacimiento de San José, situado a unos 30 kilómetros al noroeste de la localidad de Copiapó, dejó atrapados a 33 mineros a unos 720 metros de profundidad durante 70 días.
Nebot señaló que en el centro se trabaja para "desarrollar nuevas tecnologías autónomas que permitan reducir las condiciones adversas" y evitar la presencia de seres humanos en las zonas subterráneas con riesgo de derrumbes o en áreas de escasa visibilidad por la neblina, la lluvia o la nieve.
Otros robots saldrán de este centro, que recibe financiación de grandes empresas mineras, para mejorar la búsqueda y extracción de minerales de calidad, reducir el impacto medioambiental, prevenir desastres ecológicos como los causados por derrames y vertidos de sustancias contaminantes o para reemplazar al trabajador por robots en tareas repetitivas y tediosas.
El investigador argentino indicó que tienen varios proyectos con Argentina y Chile centrados en la seguridad minera, y añadió que él dirige un programa financiado por el organismo de cooperación australiano para "mejorar la seguridad en las minas de los países latinoamericanos".
Este centro, considerado el más grande a nivel mundial en la investigación de robótica de campo, también diseña robots autónomos que ayudarán en tareas de seguridad y defensa, que protegen el medio ambiente y el transporte de cargas pesadas o peligrosas.
El profesor Stefan Williams explicó que una de las mayores dificultades es crear robots capaces de "aprender y entender su entorno" y de "tomar decisiones por sí mismos", habilidades que consideró necesarias en los sistemas de vigilancia o en los rociadores aéreos para eliminar malas hierbas.
Williams apuntó que estas nuevas invenciones en las que se está trabajando no se parecen necesariamente a un robot tradicional y puso como ejemplo el vehículo autónomo de unos siete metros de altura que han diseñado para descargar por si solo todos los contenedores que transporta un barco, o un helicóptero del tamaño de los que se venden en las jugueterías que rocía pesticidas.
Los científicos de la Universidad de Sídney también han inventado un artilugio autónomo que estudia el lecho marino y que ha tomado fotografías nítidas de las ruinas de una ciudad sumergida o que dan cuenta del deterioro del medioambiente submarino.
Mari Velonaki y David Rye son los creadores de Diamandini, un androide de 1,55 metros de altura, con un escáner láser y una cámara incorporados en su cuerpo y con gran movilidad. Diamandini ayudará a los investigadores a entender las interacciones entre robots y seres humanos en espacios sociales a través de sus movimientos, y en una etapa posterior mediante el contacto.
Nebot dijo que muchos de los trabajos en el campo militar y de defensa que se llevan a cabo en el centro están clasificados como confidenciales, pero precisó que no representan más del diez por ciento del total de los proyectos en fase de desarrollo.
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