En pasados días, el experto en minería Jorge Espinoza presentó su tercer libro que lleva el sugestivo título que encabeza y que motiva esta nota de opinión.
Concluye que no hay desarrollo minero hoy si no es con la activa participación de la inversión extranjera directa y con la presencia de empresas transnacionales. Uno se pregunta ¿por qué? La respuesta es que la actividad minera moderna requiere de mucho capital, de conocimiento, de investigación y de tecnología, que países como Bolivia no los poseen.
Un elemento adicional para acudir a la inversión extranjera directa en el campo minero, es que se trata de una actividad económica muy riesgosa. Así como se gana, también se pierde. Además están presentes las economías de escala. Grandes proyectos mineros son mucho más rentables.
Grandes empresas pueden administrar mejor la alta volatilidad que históricamente caracteriza el comportamiento de los precios de la actividad minera.
Una enseñanza que comparte es la alarmante declinación de la producción minera en el país por la ausencia de la explotación de nuevas minas que reemplacen a las ya agotadas.
Somos un país que no gozamos de la confianza de la inversión extranjera por la ausencia de seguridad jurídica, crónicos problemas sociales, ausencia de políticas mineras realistas y alta inestabilidad funcionaria en los altos mandos del Gobierno, que deberían ser responsables de elaborar y poner en práctica las política adecuadas.
Una política minera debería comenzar apuntalando el objetivo de atraer inversión en exploración minera, la única manera para que luego aparezcan nuevas áreas de explotación.
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