Aunque ancestralmente el Kollasuyu aymara, hoy Bolivia, era totalmente agrícola, se convirtió en minero desde el descubrimiento de los yacimientos de plata en el cerro de Potosí, en ese tiempo el mayor productor de aquel mineral argentífero, convirtiendo a la aldea de Kantumarca en una de las metrópolis más pobladas del planeta, con 160.000 habitantes en el siglo XVI, tanto o más grande que Londres y Madrid y cuando Nueva York era todavía una aldea de inmigrantes europeos. Los 16 años de la guerra de la independencia y el nacimiento de la República la dejaron con solo 20.000 habitantes a la ciudad pero con nuevos yacimientos de plata explotados por los Barones de la Plata, Aniceto Arce, Gregorio Pacheco, Severo Fernández Alonso, entre otros. Por la caída del precio de aquel mineral, el empobrecimiento de las vetas y el surgimiento del estaño como el mineral estratégico de mayor utilidad, al terminar el Siglo XIX y comienzo del siglo XX, se prolonga la dependencia de Bolivia de la explotación de minerales. De ahí que es reconocida como el país minero.
La minería se convirtió en la industria extractiva básica para la existencia del país, mineral que era fundido y refinado en el exterior. Miles de trabajadores en los socavones en las empresas grandes, medianas y pequeñas se enrolaban en esa actividad, abandonando la actividad agrícola, escapando del látigo del patrón.
La minería grande exportadora, entre ellas la Patiño Mines, tenía una organización empresarial atractiva para sus trabajadores: vivienda gratuita, servicios de agua potable y energía también sin costo alguno, servicios de educación realmente como la más alta función del Estado, locales escolares de primera, todo el material escolar gratuito y un desayuno escolar elaborado por dietistas especializadas. Los mejores alumnos eran becados al Colegio Don Bosco de La Paz o el industrial Pedro Domingo Murillo. Queda hasta el presente que los mejores bachilleres de Bolivia son premiados por la Fundación Patiño para realizar estudios en Ginebra, Suiza. Para 1952, año de la nacionalización de las minas, Catavi y muchas de las empresas estaban afectadas por los bajos precios en el mercado mundial, algunas en quiebra. Simón I. Patiño, que hizo su fortuna extrayendo minerales en la parte más alta del cerro Espíritu Santo, explotaba el mineral con una ley de cabeza del 48 por ciento. Compró la empresa minera Llallagua de propiedad chilena por evitar la repetición de la ocupación pacífica como lo hicieron con el Litoral, formó la empresa Patiño Mines asociándose con capitales norteamericanos.
En el momento de la nacionalización aquella empresa estaba en quiebra. Producía solo con una ley de cabeza del 8 por ciento. La empresa había hecho ya la compra de ingenios para el tratamiento de minerales de baja ley, de esto fue informado el presidente Paz Estenssoro, pero él necesitaba una medida política, el apoyo masivo de los trabajadores y nacionalizó una empresa en quiebra, para desnacionalizarla 33 años después con la Ley de Capitalización. Comibol en esos años de manejar la minería no prospectó, ni abrió otros distritos. Se preocupó por profundizar los viejos socavones. Fomentó indirectamente el juqueo o el robo de minerales que eran entregados al Banco Minero como producción de la minería chica que circundaban a la empresa simplemente con títulos de propiedad de socavones que no se trabajaban. Al llegar la capitalización de las minas y el despido de 33 mil trabajadores de las empresas de Comibol, los rescatadores de minerales robados y los jucus ladrones de minerales que llevaron a la quiebra a las empresas, ahora son los empresarios cooperativistas organizados en todo el país que explotan a 40 mil trabajadores profundizando los viejos socavones, sin atisbo de inversión de capitales, exigiendo bajar del 18 por ciento de impuestos sobre la producción a solo el 1 por ciento , haciendo el papel de los Barones del Estaño.
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