Gigante: La planta es una de las cuatro fundiciones más grandes del mundo por su capacidad.
El motor de una enorme locomotora arrancó la semana pasada y llenó de ruido el ambiente frígido que rodea a la planta de fundición de Karachipampa, una enorme estructura de metal construida sobre una montaña cercana a la ciudad de Potosí.
Las revoluciones de la máquina que opera para impulsar algunas líneas de trabajo de la gigante representaron los latidos de un corazón que no operó desde hace 27 años, cuando los precios internacionales del plomo y la plata se fueron por los suelos y sepultaron los sueños de una región ansiosa de contar con el producto de la cuarta planta más importante del mundo después de otras fundiciones instaladas en Rusia, Italia y Canadá.
La tecnología de los años 80 aún es moderna porque se compara a la que emplearán dos plantas que instala China, casi con las mismas características, explicó al respecto el gerente de la empresa, Alfredo Contreras.
Tras el fallido intento de la compañía norteamericano-canadiense Atlas, la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) emprendió el camino por cuenta propia y proyecta invertir 10 millones de dólares, hasta fin de año, para la adecuación de las instalaciones, la reparación de equipos, la reposición de partes electrónicas y la infraestructura para recibir la producción de las minas de la región, ahora impulsadas por las cotizaciones ascendentes del mercado internacional. De esta planta se obtendrá plomo y plata de alta pureza, y en la cúspide de la producción, se puede obtener hasta 50.000 toneladas métricas por año. El gas natural y la electricidad son las fuentes de energía que alimentarán a la industria.
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