Quiérase o no, los últimos acontecimientos sucedidos en el ámbito minero, dejaron una herida que tardará en cerrar, pues los protagonistas de los hechos sintieron los efectos de las escaramuzas en busca de posesionar condiciones favorables sectorialmente, pero no de beneficio colectivo como sería de desear con un modelo productivo intenso, debidamente planificado, profesionalmente avalado, financieramente garantizado y jurídicamente asegurado, como sucede en los países vecinos y otros que viven de la actividad minera como principal elemento de orden socioeconómico.
En el rubro minero se abrió una fisura, peligrosa si de manera estratégica no es tratada para evitar su profundización como elemento que altere mucho más las relaciones entre subsectores del mismo ramo, que con los enfrentamientos entre asalariados y cooperativistas se han revelado como hechos concretos que afloraron al calor de la vehemencia para defender derechos y de manera principal fuentes de empleo.
Ahora está muy clara la figura del sistema de explotación minera, observando lo que se hace bajo responsabilidad del sector privado empresarial, midiendo las posibilidades de extracción de minerales en cantidades que permitan operar ciertos yacimientos, cubriendo costos, recuperando parte de inversiones, pero además pagando impuestos, entregando regalías y en el caso del sector mediano hasta cambiando el modus vivendi de las comunidades vecinas.
Pero está la otra parte, la que se hace de manera tradicional, una explotación de vetas o parajes con el máximo vigor, en el menor tiempo posible y sin tomar mayores previsiones de sustentabilidad para mantener por tiempo definido el trabajo que garantice seguridad para muchos mineros y sus familias bajo la modalidad de un sistema de "cooperación mutua", sin responsabilidad de inversiones, sin compromiso con profesionales, pero en un modelo que aunque tenga su sentido cooperativo, es nomás una forma del manejo de cuenta propia.
Y el sector estatal todavía en ciernes, aunque la minería es más antigua que la misma república, sin embargo, la empresa creada para fomentar la producción minera, primero fue un botín político, favoreció a las dictaduras y aprovechó el auge de buenos precios, como también se desmoronó con una abrupta caída en el valor del estaño, porque no se tomaron previsiones, miles de mineros fueron "relocalizados" y desde entonces la famosa Comibol todavía no pisa tierra firme y sus incipientes acciones son parte de un plan discursivo que está lejos todavía de garantizar operatividad con rendimiento y beneficio.
Hay complejos problemas que lastimaron al sector minero, los problemas se sumaron uno tras otro en cuestión de pocos días y en las soluciones hicieron más los ministros políticos que el responsable de área o los jerarcas de la estatal minera, perdidos estos últimos en planes de contingencia que no solucionan las fallas estructurales que necesitan replantearse en el sistema productivo de la minería boliviana en su generalidad. Las debilidades están a la vista y aún así, todavía se persiste en aplicar paliativos que sólo alejan más las inversiones y postergan la concreción de proyectos mineros sustentables. La minería está herida, merece un tratamiento de emergencia con alto nivel profesional para restablecerse y normalizar su rendimiento productivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario