Nuestra estática minería desde hace más de un siglo, en que la puesta en marcha de nuevas minas grandes se puede contar con los dedos de una mano, ha hecho que en varios gobiernos se piense que la solución es la instalación de fundiciones de minerales y su industrialización para darles valor agregado. La fundición misma no da valor agregado a los minerales pues en casi todos ellos el precio es por contenido fino, vale decir cuando ya están fundidos, de manera que la fundición es la culminación de la fase productiva, pero puede constituir el primer paso para la industrialización que sí da valor agregado, por ejemplo convirtiendo el estaño en soldadura u hojalata.
Desde hace años los principales minerales de exportación del país son el zinc, estaño, plata, plomo y oro (representan más del 95% de las exportaciones). Existen fundiciones de estaño y plomo, el oro y la plata pueden fundirse muy fácilmente incluso a pequeña escala, por lo que solo faltaría una fundición de zinc, cuyo costo de capital se estima en 3.500 dólares por tonelada anual de metal producido, que para ser rentable debería tener una capacidad mínima de producción anual de 300.000 toneladas de metal, lo que significaría una inversión de 1.050 millones de dólares, además de los costos de infraestructura. También hay que considerar cuidadosamente el aspecto medio ambiental.
La instalación de una fundición, como toda actividad industrial depende de varios factores: la ineludible economía de escalas que exige un volumen mínimo de alimentación de concentrados minerales (para su competitividad en el costo de tratamiento), un tiempo mínimo de abastecimiento acorde con la inversión (para su depreciación), concentrados de determinadas calidad y características (ninguna fundición puede tratar cualquier tipo de concentrados), la necesaria infraestructura (caminos, puertos, ferrocarriles y energía eléctrica), la distancia a los centros de consumo o transformación del producto, el tiempo necesario para su instalación (varios años) y una elevada inversión. La producción de concentrados depende de las reservas y de los precios de los minerales.
La instalación de todas las fundiciones se debieron a gobiernos militares. En la presidencia del Gral. Alfredo Ovando se creó la fundición de estaño de alta ley de Vinto mediante DL 7695 de 15/06/66, que empezó a operar el 9 de enero de 1971, hasta alcanzar una capacidad anual instalada de 20.000 toneladas métricas finas (TMF). La instalación de la fundición de bismuto de Telamayu fue adjudicada en la presidencia del Gral. Ovando mediante DS 8972 de 12/10/69 y operó entre 1972 y 1979. En el gobierno del Gral. Juan José Tórrez se autorizó la instalación de la fundición de antimonio de Vinto, mediante DS 9637 de 26/03/71; operó entre 1976 y 1986 y entre 1990 y 1996 bajo un contrato con Laurel Industries de EE.UU. En el gobierno del Gral. Hugo Banzer mediante DS 14101 de 05/11/76 se autorizó la instalación de la fundición de plomo-plata de Karachipampa.
El Gral. Banzer pretendió también instalar una fundición de cobre (1975-1976), una planta electrolítica de zinc (1975-1978) y una planta de derivados de tungsteno (1975), sin que existan la producción ni las reservas necesarias de estos minerales. En el mismo gobierno en mayo de 1972 se aprobó la instalación de la planta de volatilización de La Palca, que resultó en un rotundo fracaso económico y en abril de 1978, a pesar de los contratiempos de la planta de La Palca, se autorizó la instalación de la planta de volatilización de Machacamarca, que más bien no avanzó mucho porque en octubre de 1985 se derrumbó el precio del estaño.
Excepto la fundición de estaño (a pesar de que habían pasado los mejores años de la producción de este mineral), las fundiciones de plomo-plata de Karachipampa y la de bismuto de Telamayu se instalaron sin tener el respaldo de producciones ni de reservas. Telamayu funcionó a pérdida tratando 10 toneladas por día (tpd) de concentrados (el costo de tratamiento reportado por Comibol fue de 735 $us/ton en 1979). La producción actual de bismuto alcanza para fundir menos de 2 tpd. Karachipampa que se terminó de instalar en enero de 1983, con un costo aproximado de 180 millones de dólares absorbido por el TGN en 1986, no trabajó un solo día.
El balance económico de la fundición de estaño de Vinto en 40 años de operación es negativo por su mal manejo. La máxima producción en la planta de alta ley fue 16.391 TMF en 1982 y la mínima 2.610 TMF en 1987. Entre 1980 y 1986 operó la planta de baja ley, con una capacidad instalada anual de 10.000 TMF; su producción máxima fue 5.140 TMF en 1982 y la mínima 1.321 TMF en 1986. Las aleaciones de estaño (por tanto industrialización con valor agregado) en 2009 y 2010 fueron en promedio 135 toneladas, que representa apenas el 1% del estaño metálico producido. La fundición de bismuto de Telamayu exportó bismuto metálico sin valor agregado, así como también la planta hidrometalúrgica de Corocoro (Comibol) que empezó a funcionar en octubre de 2009, produciendo hasta 2010 la cuarta parte de lo proyectado, exporta cobre metálico. A una mínima parte de la plata y el oro metálicos producidos por empresas privadas se les da valor agregado.
A pesar de producir metales no se ingresó a la etapa de industrialización, porque como toda actividad también está sujeta a la competitividad de costos (economía de escalas, infraestructura, logística, administración etc.), calidad del producto, mercado interno y externo etc.
En suma, la instalación de fundiciones no significa industrialización ni valor agregado para los minerales ni es la causa de una minería estática. Más bien es la consecuencia de una minería dinámica, sustentable y de escala adecuada, de que exista la logística apropiada y que se disponga de capacidad financiera. El ciclo minero empieza en las minas (exploración, extracción y concentración) y concluye en las fundiciones (fundición + refinación), no se lo puede tratar de invertir como ocurrió con Karachipampa.
(*) Ingeniero de Minas y ex Ministro de Minería
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