Mucho se habla sobre el tema y bastantes acciones se adoptan en defensa del medio ambiente, calificando a la actividad minera como la más peligrosa en materia de contaminación, especialmente de ríos o de terrenos próximos a las operaciones donde se producen tareas de explotación de recursos mineros.
Si bien es cierto que buena parte de la actividad minera, desde antes de la Colonia, pasando por ese periodo y hasta mucho más adelante y cerca a nuestros días ha causado problemas de contaminación, primero por un claro desconocimiento de las causas y efectos de su localización en determinadas áreas de su ubicación y posteriormente por falta de previsiones técnicas adecuadas ante el uso de químicos para la obtención de mejor calidad de los metales explotados, la contaminación se ha convertido en un serio peligro para la vida sana y segura de muchas poblaciones.
Lo más grave de este proceso minero contaminante es que afecta las fuentes de agua y si este elemento líquido, imprescindible para la vida humana, para los animales y para la agricultura se mezcla con elementos nocivos, entonces hay una evidente transgresión a la seguridad básica de la vida como tal y tal situación debe ser controlada, revertida y efectivamente saneada. Es lo que ahora se maneja como acciones de "mitigación ambiental".
Si bien de manera implícita se admiten fallas en la contaminación ambiental y se vive en riesgo de graves daños a la salud es poco lo que se hace para cambiar esa situación, hasta que se producen hechos de proporciones como el reciente conocido por la rotura de un dique de colas, depósito que guarda desechos tóxicos y que fueron vaciados a la corriente del río Pilcomayo, nada se dijo de lo que por años varias empresas mineras cooperativistas y algunas chicas y medianas han estado enviando su material tóxico al mismo Pilcomayo.
Un caso altamente preocupante que está en tratamiento pero que no avanza hacia su efectiva implementación, el dique de colas de Huanuni, donde tendría que escurrir todo el material tóxico que atraviesa gran parte de la población a cielo abierto en el río de esa villa minera, donde la contaminación es directa y la reparación de ese daño todavía no se da efectivamente.
Hay otras zonas de contaminación minera en el caso de nuestro distrito, pero las medidas de control ineficientes no establecen los grados del daño que se ocasiona en la salud de personas que viven cerca a los yacimientos mineros, el caso de La Joya, San José, Sora Sora e inclusive según reclamos la localidad de Vinto en la zona este de la ciudad, donde está la fundición de estaño.
Hay que mencionar también que varias empresas medianas utilizando moderna tecnología, están cumpliendo las disposiciones de la Ley de Medio Ambiente, realizando controles permanentes y mitigando algunos factores contaminantes, menores en su grado de presencia en agua y terrenos.
Lo que corresponde con el caso reciente de contaminación en el Pilcomayo, es que la exigencia imprescindible en la actividad minera, de manera general, en la estatal, privada y cooperativizada responda a la vigencia de la Ley de Medio Ambiente, precautelando la salud humana, evitando alterar la fertilidad de los suelos para cultivos en general y los abrevaderos naturales para la diversidad del ganado en la vastedad de nuestro territorio. Responsabilidad y tecnología deben ser condiciones ineludibles en el desarrollo de la actividad minera.
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