Un análisis de hace tiempo atrás producido por entendidos de la Comisión Económica para América Latina, al referirse a la actividad minera de la región latinoamericana, destacaba que la misma allí donde sea bien implementada es una segura fuente generadora neta de divisas y por tanto directa impulsora del sistema productivo de los países con recursos mineralógicos.
El interesante estudio recomendaba a los países mineros “el desarrollo de los recursos naturales porque se trata del sector con mejores posibilidades de generar excedentes financieros, y contribuir a incrementar los ingresos de un Estado, desarrollando la estructura productiva en el contexto de una estrategia de integración del sector industrial y a generar empleos de alta productividad”.
Como no todo es siempre satisfactorio el mismo estudio señala que “la experiencia no ha sido favorable para los países productores, por el contrario en muchos casos la contribución de la actividad minera al desarrollo ha sido mínima puesto que estuvo basada en el sistema de la dependencia externa que mantiene aún en el presente, aspectos poco favorables a la diversificación de la economía y el desarrollo sostenible”.
El análisis crítico de tiempo atrás en nuestro país sigue vigente. La mención hace una alusión directa a lo que ocurre en la actualidad. “Otros aspectos han contribuido a frenar el avance del sector en varios países mineros de América Latina por el simple hecho de no contar con el apoyo necesario en materia de inversiones por el alto grado de incertidumbre existente en los mismos”.
Como si fuera hoy el estudio de la CEPAL remarca que “otros factores negativos a la actividad minera han sido “las fuertes fluctuaciones de los precios internacionales que han disminuido las expectativas de una mayor expansión de la demanda en los principales centros de consumo lo que se siente en la región con menores recursos financieros para la exploración de nuevos yacimientos mineros”.
Una realidad incontrovertible pese al tiempo que pasa del interesante estudio de la CEPAL y que se hace actual por la situación que atravesamos y por las condiciones en que se maneja la minería, sin políticas definidas para dar mayor importancia a la explotación de los ricos yacimientos de recursos naturales.
Sólo para revisar las apreciaciones que se mencionan en el análisis que señalamos: evidente que se reconoce en el país la importancia de la minería por su efecto en la economía nacional, produciendo divisas y generando de forma directa ingresos, vía regalías para los departamentos productores. Cierto también que tales recursos son utilizados en la diversificación económica nacional al punto que la minería en sus buenos tiempos ha permitido el avance de regiones importantes del país, como el valle y el oriente, paradójicamente el occidente donde se generó la gran minería, aún en el presente atraviesa por una serie de limitaciones que frenan su desarrollo.
La falta de planes “agresivos” para enlazar la actividad minera con la industrial en un proyecto de incentivar nuevos rubros de producción, mantiene al sector poco menos que estático y rutinario, es decir explotando y exportando tan solo concentrados cuando lo importante es que se pueda lograr valor agregado para que nuestros minerales se conviertan en productos requeridos en el gran mercado internacional. Hay que fomentar la metalurgia y la siderurgia para que paralelamente puedan establecerse industrias competitivas.
Sin lugar a dudas otro de los factores que ha causado problemas en la producción minera, ocasionando “temporales desastres” económicos, ha sido la fluctuación internacional de los precios, situación que afecta directamente a un sistema altamente dependiente de sus exportaciones. A menores precios, baja considerable de la producción con la secuela de desocupación y cierre de algunas minas, en tanto se repongan los precios internacionales.
Pero lo más claro y concluyente es que, “la minería no ha logrado un adecuado apoyo en inversiones por el alto grado de incertidumbre en el país”. Esto quiere decir que la visión externa del país es muy crítica y las condiciones vigentes no son nada favorables para asegurar buenas inversiones. El caso del litio es un tema “peliagudo”, puesto que el interés de muchas empresas es patético para entrar el negocio compartido con el gobierno, pero por encima de las buenas intenciones tiene que haber seguridad jurídica plena que garantice las inversiones y que las mismas apuntalen los proyectos de la gran industria del litio con sello boliviano.
Finalmente no está demás enfatizar el hecho de otorgar prioridades específicas al destino de los recursos provenientes de las regalías en una primera etapa que incentive la exploración y prospección de más yacimientos mineralizados, de manera que la producción sea continua y no temporal.
Con una minería debidamente organizada, respaldada por leyes adecuadas que garanticen su vigencia, que permitan inversiones sustanciales sin los riesgos de avasallamientos o conflictos sociales constantes es posible definir un proyecto de uso pleno de nuestros recursos naturales para alcanzar el beneficio compartido que todos desean, es decir entre los que contribuyen dotando los sitios de explotación, los que ponen capitales y tecnología, el país y la región en conjunto, además de manera general los que tienen fuentes de empleo seguro y contribuyen con su esfuerzo a sostener una poderosa cadena productiva. Todos ganan pero faltan reglas muy claras para establecer las condiciones que hagan posible inversiones para operaciones mineras.
El interesante estudio recomendaba a los países mineros “el desarrollo de los recursos naturales porque se trata del sector con mejores posibilidades de generar excedentes financieros, y contribuir a incrementar los ingresos de un Estado, desarrollando la estructura productiva en el contexto de una estrategia de integración del sector industrial y a generar empleos de alta productividad”.
Como no todo es siempre satisfactorio el mismo estudio señala que “la experiencia no ha sido favorable para los países productores, por el contrario en muchos casos la contribución de la actividad minera al desarrollo ha sido mínima puesto que estuvo basada en el sistema de la dependencia externa que mantiene aún en el presente, aspectos poco favorables a la diversificación de la economía y el desarrollo sostenible”.
El análisis crítico de tiempo atrás en nuestro país sigue vigente. La mención hace una alusión directa a lo que ocurre en la actualidad. “Otros aspectos han contribuido a frenar el avance del sector en varios países mineros de América Latina por el simple hecho de no contar con el apoyo necesario en materia de inversiones por el alto grado de incertidumbre existente en los mismos”.
Como si fuera hoy el estudio de la CEPAL remarca que “otros factores negativos a la actividad minera han sido “las fuertes fluctuaciones de los precios internacionales que han disminuido las expectativas de una mayor expansión de la demanda en los principales centros de consumo lo que se siente en la región con menores recursos financieros para la exploración de nuevos yacimientos mineros”.
Una realidad incontrovertible pese al tiempo que pasa del interesante estudio de la CEPAL y que se hace actual por la situación que atravesamos y por las condiciones en que se maneja la minería, sin políticas definidas para dar mayor importancia a la explotación de los ricos yacimientos de recursos naturales.
Sólo para revisar las apreciaciones que se mencionan en el análisis que señalamos: evidente que se reconoce en el país la importancia de la minería por su efecto en la economía nacional, produciendo divisas y generando de forma directa ingresos, vía regalías para los departamentos productores. Cierto también que tales recursos son utilizados en la diversificación económica nacional al punto que la minería en sus buenos tiempos ha permitido el avance de regiones importantes del país, como el valle y el oriente, paradójicamente el occidente donde se generó la gran minería, aún en el presente atraviesa por una serie de limitaciones que frenan su desarrollo.
La falta de planes “agresivos” para enlazar la actividad minera con la industrial en un proyecto de incentivar nuevos rubros de producción, mantiene al sector poco menos que estático y rutinario, es decir explotando y exportando tan solo concentrados cuando lo importante es que se pueda lograr valor agregado para que nuestros minerales se conviertan en productos requeridos en el gran mercado internacional. Hay que fomentar la metalurgia y la siderurgia para que paralelamente puedan establecerse industrias competitivas.
Sin lugar a dudas otro de los factores que ha causado problemas en la producción minera, ocasionando “temporales desastres” económicos, ha sido la fluctuación internacional de los precios, situación que afecta directamente a un sistema altamente dependiente de sus exportaciones. A menores precios, baja considerable de la producción con la secuela de desocupación y cierre de algunas minas, en tanto se repongan los precios internacionales.
Pero lo más claro y concluyente es que, “la minería no ha logrado un adecuado apoyo en inversiones por el alto grado de incertidumbre en el país”. Esto quiere decir que la visión externa del país es muy crítica y las condiciones vigentes no son nada favorables para asegurar buenas inversiones. El caso del litio es un tema “peliagudo”, puesto que el interés de muchas empresas es patético para entrar el negocio compartido con el gobierno, pero por encima de las buenas intenciones tiene que haber seguridad jurídica plena que garantice las inversiones y que las mismas apuntalen los proyectos de la gran industria del litio con sello boliviano.
Finalmente no está demás enfatizar el hecho de otorgar prioridades específicas al destino de los recursos provenientes de las regalías en una primera etapa que incentive la exploración y prospección de más yacimientos mineralizados, de manera que la producción sea continua y no temporal.
Con una minería debidamente organizada, respaldada por leyes adecuadas que garanticen su vigencia, que permitan inversiones sustanciales sin los riesgos de avasallamientos o conflictos sociales constantes es posible definir un proyecto de uso pleno de nuestros recursos naturales para alcanzar el beneficio compartido que todos desean, es decir entre los que contribuyen dotando los sitios de explotación, los que ponen capitales y tecnología, el país y la región en conjunto, además de manera general los que tienen fuentes de empleo seguro y contribuyen con su esfuerzo a sostener una poderosa cadena productiva. Todos ganan pero faltan reglas muy claras para establecer las condiciones que hagan posible inversiones para operaciones mineras.
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