El año 1974 ingenieros de minas que trabajaron con mucho sigilo en obtención de uranio, lograron procesar una muestra de dos kilos del yellow cake (torta amarilla) para presentarla al entonces presidente Hugo Banzer Suárez, que se mostró sorprendido e interesado en la explotación de ese mineral estratégico, esa fue una prueba contundente de que existe uranio en nuestro territorio.
El trabajo de exploración y posterior extracción de uranio se produjo en la mina Cotaje que se ubica en la provincia Quijarro del departamento de Potosí donde se continuó con el trabajo de explotación hasta mediados del año 1980, periodo en el que se acumuló algo más de cincuenta kilos de uranio cuyo destino se desconoce, por lo menos así lo señalaron autoridades potosinas.
Entre algunas investigaciones se mencionó que el uranio procesado en una nueva yellow cake, posiblemente hubiese sido distribuida en tajadas y algunas de estas fueron entregadas al Instituto Metalúrgico de Oruro cuando tal entidad iniciaba sus actividades. Hay quienes señalan que hasta su cierre no se sabía nada sobre la torta amarilla que “en algún lado debe estar” si no se vendió a algún país belicista.
A propósito de la venta de “uranio boliviano” surgió un comentario especial en Israel donde había preocupación porque desde Bolivia y a través de Venezuela se habría vendido una cantidad desconocida del mineral estratégico a una nación árabe, cuyo mandatario hace buenas migas con nuestro gobierno. El hecho fue desmentido en nuestro país y algunas autoridades se apresuraron en señalar que “no hay uranio en Bolivia”.
Sin embargo poco días después tuvo que admitirse oficialmente la existencia del peligroso mineral y justamente en Cotaje, Potosí, pero además en algunos sitios estratégicos del departamento de Santa Cruz donde deberán efectuarse trabajos de prospección para establecer la potencialidad de los yacimientos.
Hay uranio en Bolivia, eso ya está claro por tanto no debería preocupar su existencia a no ser por el marcado interés de ese país “amigo” que fabrica bombas nucleares y que posiblemente se interese en una buena yellow cake con sabor boliviano, para lo que deberán definirse estrategias abiertas para su explotación bajo rigurosas normas de cuidados de la salud y preservación ambiental.
Como nuestro país es pacifista, no se puede pensar en que se logren tratos para la venta de uranio a países belicistas, pero tampoco por eso puede desestimarse la posibilidad de su explotación que con seguridad y un futuro proceso de exportación podrá redituar importantes ingresos para el país, si además se oferta de manera abierta y se lo vende al mejor postor.
No está demás recordar que existen normas internacionales para comercializar materiales radioactivos enriquecidos si antes no se justifica su uso pacífico y se garantiza su utilidad en fines científicos, medicinales o tecnológicos, pero no para fabricar bombas mortales. Uranio hay, su buen uso debe ser verificado.
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