Los Andes Centrales de América del Sur son uno de los complejos metalogénicos más ricos e importantes del planeta. Oro, plata, estaño, cobre, renio, molibdeno, zinc, litio, yodo, nitratos, boratos, son tan solo algunas de las diversas sustancias que se encuentran formando concentraciones de clase mundial.
Esta región es compartida por Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Pero es en Bolivia donde el orógeno se engrosa hasta alcanzar su mayor amplitud, la que luego se reduce en dirección hacia Perú y nuestro país, Argentina.
Bolivia es un "paraíso mineral" y como tal fue reconocido inmediatamente por los primeros conquistadores españoles. Durante la colonia fue el codiciado Alto Perú y ya se sabe lo que eso significaba cuando en aquella Europa se hablaba de "Vale un Perú".
No era para menos luego de que se descubrieran allí las increíbles riquezas argentíferas del cerro Rico de Potosí, la mayor concentración geoquímica de plata del planeta Tierra. Y fue también Potosí cuna, escuela y academia de minería americana, en donde fray Álvaro Alonso Barba escribió una de las obras emblemáticas de la minería colonial (El Arte de los Metales, 1640).
Igual acontecía con el oro distribuido en yacimientos de roca dura y más aún en los riquísimos llampos de los aluviones de innumerables ríos que drenan la ladera oriental andina. Tipuani es un ejemplo de esas gravas rebosantes de pepitas de oro cuya explotación y aprovechamiento se pierde en la noche de los tiempos.
Luego vendría la "Era del Estaño" que convirtió a un dependiente de Oruro en uno de los hombres más ricos del mundo. Don Simón Patiño Iturri, pasó de ser un modesto empleado en una tienda de ramos generales de Oruro a manejar el negocio mundial del metal con lo cual se ganó el apelativo de "Rey del Estaño". Otros visionarios lo acompañaron en la aventura minera como los Aramayo y los Hoschild.
De esto y de mucho más reflexiona el Ing. Dionisio Garzón Martínez en su reciente libro: De oro, plata y estaño. Ensayos sobre la minería nacional (Plural Editores, 348 p., La Paz). Libro que es fruto de un largo esfuerzo de meditación, preocupación y esfuerzo sobre uno de los grandes amores de su vida: la minería. Garzón Martínez, tarijeño de nacimiento, ha dedicado su vida y profesión de ingeniero geólogo a todas las etapas de la minería, desde los trabajos de prospección en los lugares más recónditos de la geografía boliviana; pasando por la exploración, explotación y beneficio de los minerales; hasta llegar a ocupar el alto cargo de Ministro de Minería y Metalurgia de su país, en donde tuvo un papel destacado.
Más allá de los avatares políticos, económicos, sociales y gremiales que marcan cada época, él no ha estado ajeno al curso de los acontecimientos y muy por el contrario su voz clara, luminosa y reflexiva, se hizo sentir desde las páginas de los periódicos y otros medios gráficos y digitales de comunicación en textos y columnas cargados de datos valiosos, de información precisa, de comentarios útiles y de advertencias respetuosas sobre los grandes temas que pueden o pudieran beneficiar o perjudicar a su amada nación.
Lo digo con conocimiento de causa porque he leído sus artículos con fruición, he aprendido muchas cosas nuevas en ellos y he rescatado información valiosa para mi coleto. De allí que fue un honor que me haya invitado a escribir el prólogo de su libro, tarea muy grata y que hice con sumo gusto ante los reconocidos quilates del autor.
Más aún cuando el otro prologuista es el afamado escritor y periodista Mariano Baptista Gamucio.
El libro se presentó el pasado jueves 11 de septiembre de 2014, en el Club de Minería de la capital boliviana de La Paz.
La obra consta de varios ensayos sobre la historia, producción, exploración y perspectivas de la minería de los principales metales de la producción boliviana (oro, plata estaño, zinc, plomo, cobre, bismuto, antimonio, etcétera) en el contexto de las políticas mineras contemporáneas que han definido a través del tiempo y según el autor la baja performance del país en el contexto global de la minería de la región y del mundo.
Como se sabe en los primeros años de la República, Bolivia había logrado una importante notoriedad internacional al ser el segundo productor de estaño y antimonio, primero de bismuto, y aún antes -en la Colonia y en los albores de la República- el primer productor de plata a nivel global.
Sin embargo nunca se pudo establecer una política de desarrollo de la industria con miras al mediano y el largo plazo. Bolivia, además de sus famosos yacimientos de plata reconocido a escalas internacionales, tiene la mayor concentración de sales de litio, potasio y magnesio en el salar de Uyuni; así como también uno de los cinco mayores depósitos de estaño y uno de los cinco mayores depósitos de hierro a nivel global (Mutún). Cuenta también con la mayor acumulación de oro aluvional de América del Sur en el famoso río Tipuani.
Sin embargo, sostiene Garzón Martínez que el desarrollo de la industria sitúa al país en la periferia de los negocios mineros globales, teniendo en cuenta el contexto. Obviamente se pregunta el por qué.
Señala que la coyuntura, el contexto y el apetito voraz por acceder a la renta minera ha sido el más importante pecado original para un bajo desempeño. Rentismo a ultranza, como anota el autor en uno de los escritos, apropiación de la renta unas veces por el estado, otras por la empresa privada y/o las corporaciones sindicales y de trabajadores; el eterno vaivén de posiciones liberales y nacionalistas; la coyuntura como fin y propósito.
Nunca definimos, sostiene, "que clase de minería es la más conveniente para el país, aún hoy seguimos con la letanía de discursos que prometen el paraíso en una realidad que se parece cada vez más al inframundo, donde la informalidad campea y la ilegalidad ocupa cada vez más los espacios que la iniciativa empresarial debería dominar".
Asimismo, la incorporación a las corrientes globalizadoras de la actividad minera nacional, la historia de la lucha por el control de áreas de probado potencial en el continente americano y de manera particular aquellas ubicadas en los Andes Centrales bolivianos, la lucha por la instalación de fundiciones de metales en el país, la pendular preponderancia de intereses liberales y nacionalistas en el manejo del sector minero nacional, su creciente informalidad, el juego político y, una serena mirada en perspectiva de sus principales proyectos para el siglo XXI, son algunos de los variados tópicos que el autor desmenuza en esta obra tan compleja.
El lector podrá sacar sus propias conclusiones y hacer sus propias interpretaciones pero puedo asegurarle que no se arrepentirá al devorar estas páginas de pura cepa minera.
Perros de muerda son unos puros chupa huevos
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