“Se amanece más temprano”, así se completa una frase popular que en su contenido demuestra que “no vale la pena apresurarse en cosas que deben desarrollarse en la magnitud necesaria de tiempo y espacio”, ni más rápido ni demasiado lento
Mencionamos esto en función a declaraciones del director nacional de recursos evaporíticos, quién da muestras de una absoluta seguridad sobre el potencial del Salar de Uyuni en su reserva de litio, reconociendo que no se ha terminado aún de prospectar el salar, empero con lo que ya se conoce se puede afirmar que Bolivia “tiene espaldas anchas para pelear en las ligas mayores mundiales de la producción de litio”, se entiende.
El mismo funcionario afirma también que “hemos decidido ir como país en un proyecto estratégico cien por ciento estatal” y de inmediato añade que “sin embargo también se necesitan mercados para colocar el carbonato de litio, mientras que la ingeniería comercial es tarea de la planta piloto” y se sabe que esa planta está en proceso de implementación.
El optimismo del funcionario nacional debería ser contagiante, pero hay necesidad de obrar cautelosamente, cuando los ojos y oídos están puestos en Bolivia, al tratar el caso del litio. “Estamos bastante adelantados” puntualiza para luego explicar que “los otros países han empezado a apurarse porque saben que tenemos las espaldas más fuertes” al referirse al potencial de litio, reserva aún no cuantificada plenamente, pero el entusiasmo se impone a la racionalidad con debiera manejarse un asunto verdaderamente estratégico para el país.
No se trata de tener espaldas anchas, si además no existe la fortaleza necesaria en la base que sustenta las espaldas, es decir en los pies que deben estar firmemente asentados en un terreno a su vez seguro y no simplemente teórico.
La verdad es que tanto optimismo parece arrancado de un conjunto de hechos verificados, debidamente comprobados y por tanto seguros para exponer un plan nacional que se anticipa de abierta competencia con países como Chile que ya tiene sobrada experiencia en la obtención de carbonato de litio y aún así todavía no dio el salto pleno a la industrialización de esa materia prima. Menos mal que después de la euforia, hay una contemplación lógica y que no es otra que reconocer la posición oficial cuando “el Gobierno ve con mucha cautela los convenios suscritos en el exterior y el avance en la misma materia por parte de los países competidores”
El negocio indudablemente que es grande, no sólo se trata de producir baterías hay mercados abiertos para los productos primarios del litio y sus derivados. Pero lo que no puede ignorarse es que se necesitan muchos millones de dólares para encarar semejante proyecto. Esa es la disyuntiva para definir las políticas de Estado, por encima de la euforia o las reacciones hormonales.
Mencionamos esto en función a declaraciones del director nacional de recursos evaporíticos, quién da muestras de una absoluta seguridad sobre el potencial del Salar de Uyuni en su reserva de litio, reconociendo que no se ha terminado aún de prospectar el salar, empero con lo que ya se conoce se puede afirmar que Bolivia “tiene espaldas anchas para pelear en las ligas mayores mundiales de la producción de litio”, se entiende.
El mismo funcionario afirma también que “hemos decidido ir como país en un proyecto estratégico cien por ciento estatal” y de inmediato añade que “sin embargo también se necesitan mercados para colocar el carbonato de litio, mientras que la ingeniería comercial es tarea de la planta piloto” y se sabe que esa planta está en proceso de implementación.
El optimismo del funcionario nacional debería ser contagiante, pero hay necesidad de obrar cautelosamente, cuando los ojos y oídos están puestos en Bolivia, al tratar el caso del litio. “Estamos bastante adelantados” puntualiza para luego explicar que “los otros países han empezado a apurarse porque saben que tenemos las espaldas más fuertes” al referirse al potencial de litio, reserva aún no cuantificada plenamente, pero el entusiasmo se impone a la racionalidad con debiera manejarse un asunto verdaderamente estratégico para el país.
No se trata de tener espaldas anchas, si además no existe la fortaleza necesaria en la base que sustenta las espaldas, es decir en los pies que deben estar firmemente asentados en un terreno a su vez seguro y no simplemente teórico.
La verdad es que tanto optimismo parece arrancado de un conjunto de hechos verificados, debidamente comprobados y por tanto seguros para exponer un plan nacional que se anticipa de abierta competencia con países como Chile que ya tiene sobrada experiencia en la obtención de carbonato de litio y aún así todavía no dio el salto pleno a la industrialización de esa materia prima. Menos mal que después de la euforia, hay una contemplación lógica y que no es otra que reconocer la posición oficial cuando “el Gobierno ve con mucha cautela los convenios suscritos en el exterior y el avance en la misma materia por parte de los países competidores”
El negocio indudablemente que es grande, no sólo se trata de producir baterías hay mercados abiertos para los productos primarios del litio y sus derivados. Pero lo que no puede ignorarse es que se necesitan muchos millones de dólares para encarar semejante proyecto. Esa es la disyuntiva para definir las políticas de Estado, por encima de la euforia o las reacciones hormonales.
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