De acuerdo con cifras del INE, el PIB de la economía boliviana a septiembre de 2013 habría crecido a una tasa anual del 6,5 %, igualando la histórica tasa más alta de crecimiento registrada entre 1964 y 1969; en tanto que en 2013 la minería ha bajado a una tasa anual del 2,5 %. La declinación productiva minera refleja en gran parte el impacto de la caída de precios en el mercado internacional por segundo año consecutivo, y es el resultado del cambio brusco de la tendencia de precios que, de una tendencia alcista vigente desde 2003 hasta 2011, ha pasado a una tendencia bajista de precios desde el segundo semestre de 2011. El precio en el último año a septiembre de 2013 ha bajado a una tasa anual del 7,1 %.
Con caídas en precios y producción, el valor de la producción minera a septiembre de 2013 ha descendido a una tasa anual del 9,6 %, bajando desde $us 2.037 millones en 2012 hasta $us 1.842 millones en igual periodo de 2013.
La tendencia bajista de precios es el resultado de la ralentización del crecimiento económico de la China Popular y del cambio -gradual por ahora- de la política monetaria en los países capitalistas desarrollados, que de una política monetaria de dinero abundante y barato pasará a otra más restrictiva, restando espacio a la especulación financiera. Esto significa que una tendencia bajista de precios será el escenario en el que la debilitada minería boliviana deberá desenvolverse a partir de 2014.
La caída del 2,5 % en los niveles de producción en el último año (a septiembre de 2013) es el resultado de descensos significativos en la producción de la minería grande 10,7 % y caída del 10,9 % de la minería mediana, mientras que la minería informal (cooperativas y pequeña) ha subido su producción en 17,5 % anual.
Respuesta de la producción disímil frente a la caída de precios, típica de la transición del auge a la crisis. La minería empresarial aplica medidas de ajuste para bajar costos variables (baja de producción y empleo) para enfrentar la caída de precios. La minería informal responde con una política de mantenimiento de ingresos mínimos subiendo a corto plazo la producción para compensar la disminución de precios. El problema es que ésta política no es sostenible a largo plazo, ya que sacrifica las reservas de mayor calidad acelerando su agotamiento, y terminan cuando al alza de producción cesa, exigiendo subsidios al gobierno, blandiendo la amenaza de generar desempleo.
La importancia relativa por subsectores ha cambiado mucho. La minería informal ya es el primer productor minero nacional y ha subido desde el 30 % en 2012 al 37 % en 2013. La minería grande ha bajado al segundo lugar, del 40 % en 2012 al 35 % en 2013. La minería mediana ha bajado del 30 % al 27 % en igual periodo.
La composición por minerales también ha cambiado. El 64 % de la producción nacional corresponde a la plata y el zinc, le siguen el estaño con el 17 %, el plomo con el 7 % y el resto de minerales con el 12 %. Con una minería más concentrada en la exportación de productos con bajo valor agregado y pocos productos, las posibilidades de cualquier política anticíclica serán menores.
Efectos sociales negativos se esperan de esta crisis: la sobreexplotación de los recursos naturales, humanos y ambientales empeorará la imagen negativa que la sociedad tiene de la minería, en particular por las prácticas de la minería informal depredadoras del medio ambiente, del hombre y de las reservas minerales. La crisis minera y sus efectos sociales en un año electoral conllevarán la extensión de las políticas populistas, deteriorando el frágil equilibrio macroeconómico. Este es el realismo de la crisis minera frente a la exuberancia irracional que ha despertado el insostenible auge de la economía nacional.
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