En la minería, un accidente significa -casi con toda certeza- un muerto. A pesar de la tecnología y de las medidas de seguridad, el trabajar en un yacimiento minero implica un riesgo que, de una u otra forma, se compensa con sueldos y con otras prestaciones, pero que siempre está latente.
Hace dos años, el accidente de los 33 puso todos los ojos sobre la seguridad minera. El evento impulsó el envío de un proyecto de ley que hoy está entrampado en el Congreso (ver recuadro), y a pesar de los esfuerzos del Ministerio de Minería, que ha triplicado las inspecciones y duplicado el número de inspectores de seguridad en las faenas, los estándares de seguridad siguen siendo una iniciativa privada. Así, mientras las grandes compañías tienen estándares internacionales, los pequeños yacimientos apenas cumplen con la legislación en esta materia.
Esta disparidad ha llevado a que el país esté aún lejos de tener indicadores de clase mundial en la materia. "Chile tiene nueve accidentes fatales más por cada 100 mil trabajadores en promedio que en EE.UU.", dice Pedro Cárdenas, gerente de prevención de la Asociación Chilena de Seguridad (AChS).
Sin embargo, la minería es hoy el sector con menor tasa de accidentabilidad de la economía nacional, aunque es una de las que presentan mayores fatalidades. Pero uno de los mayores problemas de los accidentes en la minería tiene que ver, también, con la pérdida de productividad de la misma.
Hoy, la mayor parte de los eventos fatales en la minería ocurren en minas subterráneas, las que abundan en el país. Katharina Jenny, gerente de Seguridad y Salud Ocupacional de Codelco, explica que las interacciones hombre-máquina y la cercanía con materiales incandescentes son los factores que hacen que sea mucho más peligroso trabajar en una mina subterránea.
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