domingo, 23 de septiembre de 2012

El minero más rico del Potosí colonial

Como hasta el día de hoy ocurre, en la historia de Potosí siempre surgieron personajes que forjaron grandes fortunas por sus actividades mineras. Entre los más importantes de la Colonia se puede nombrar a Pedro de Mondragón, Hernán Carrillo de Córdova y José de Quirós. Sin embargo, la figura que más destaca corresponde al maestre de campo Antonio López de Quiroga, que es conocido como el minero más rico y famoso de la historia de la Villa Imperial.

López de Quiroga nació en fecha desconocida en el reino de Galicia. En su libro Antonio López de Quiroga. Industrial minero del Potosí colonial (1973), Peter Bakewell afirma que no se conoce la fecha exacta de su arribo a la ciudad, pero se tiene la certeza de que el año 1649 ya residía en ella. En sus primeros años, poseía una tienda en la que comercializaba especias, telas, zapatos, papel, medias e incluso hierro y acero. Gracias a esta actividad conoció a un “mercader de plata” llamado Lorenzo de Bóveda, padre de quien sería su esposa, Doña Felipa de Bóveda y Saravia, con quien tuvo dos hijas llamadas María y Lorenza.

Los mercaderes de plata de Potosí compraban piñas de este metal de los ingenios para posteriormente fundirlas en barras y amonedarlas. Aquellos mercaderes que se dedicaban a conceder préstamos a los dueños de minas e ingenios eran conocidos como “aviadores” (de avío o provisión; el término se refiere a las personas que otorgaban préstamos en dinero o especies a los labradores, ganaderos o mineros).

En poco tiempo, los aviadores se hicieron dueños de una parte importante de la minería potosina, pues procedían a embargar las propiedades de sus deudores. Tras la muerte de su suegro en 1652, López de Quiroga se convirtió en un mercader de la plata y en aviador porque en pocos años hacía importantes préstamos a los mineros potosinos.

Minero y azoguero

Pero además de otorgar préstamos, según Bakewell, a partir del año 1657, López de Quiroga se involucró en actividades mineras de extracción. En 1659, incursionó en los procesos de beneficio de minerales, pues se ocupó de traer de Jujuy a Potosí piezas para equipar los ingenios que había comprado.

El primer ingenio que adquirió se lo vendió una viuda, Doña Catalina Sedeño; esta dama no fue la única mujer con la que López de Quiroga hizo negocios, pues el año 1677 compró tres minas en el Cerro Rico, las cuales pertenecían a “dos señoritas” llamadas Doña Luisa y Doña Petronila Vásquez de Ayala, de quienes lamentablemente no se tiene más datos. Así, López de Quiroga fue adquiriendo minas e ingenios no sólo en Potosí, sino también en otros distritos como Porco, Aullagas, Chayanta, Lípez y Puno, en el actual Perú.

En la segunda mitad del siglo XVII, la zona de los Lípez se convirtió en la segunda región productora de plata después de Potosí. Fue precisamente en esta zona donde López de Quiroga hizo su mayor apuesta en la minería, pues en el asiento de San Antonio del Nuevo Mundo de los Lípez, entre 1672 y 1677, invirtió la suma de 400 mil pesos, equivalentes a unos 3,3 millones de dólares actuales.

Tras 30 años de actividad minera, López de Quiroga había producido unas 930 toneladas métricas de mineral, por las cuales obtuvo unos 30 millones de pesos, equivalentes a 250 millones de dólares actuales.

El año 1690 declaró que por concepto de quintos había aportado a la Corona seis millones de pesos, equivalentes a 50 millones de dólares. Según Bakewell, los quintos totales recaudados en Potosí durante aquellos 30 años ascendían a 23,3 millones de pesos, lo que significa que López de Quiroga había aportado el 25 % de la recaudación total. Cabe destacar que estas cifras de producción corresponden a una época de crisis de la minería potosina, por lo que se puede afirmar, como refiere Bakewell, que López de Quiroga fue “una fuerza estabilizadora poderosa en la minería de Potosí y de su región durante 30 años”.

Ganadero y agroindustrial

López de Quiroga no sólo desarrolló actividades mineras, sino también agropecuarias y ganaderas.

A partir del año 1658 compró varias haciendas en el valle de Cinti. Para sus haciendas ganaderas, López de Quiroga periódicamente adquiría de Buenos Aires y de Tucumán entre 1.000 a 2.000 cabezas de ganado. Según su testamento, por lo menos poseía diez estancias y haciendas de viñas en la provincia de Cinti; además tenía una hacienda a 50 kilómetros de Potosí, en la cual criaba llamas. Cuando vendió esta última hacienda el año 1688, la misma contaba con 3.680 camélidos.

En sus haciendas, López de Quiroga producía una gran variedad de productos como ser cuero, grasa, cebo, maíz, chuño y charque, además de vino. Por estos productos, entre los años 1672 y 1698, López de Quiroga obtuvo 892.034 pesos, equivalentes a unos 7,4 millones de dólares actuales. Otra actividad a la que se dedicó fue el comercio de coca, la cual seguramente, al igual que sus productos, destinaba al abastecimiento de sus trabajadores.

Parece ser que López de Quiroga intentó ser reconocido en España, no así en Potosí, pues en la Villa Imperial no ocupó ningún cargo político ni militar, que fácilmente habría podido comprar. En 1669, solicitó a la Corona “oficios de honor y renta”, tras lo cual obtuvo su título de maestre de campo. Asimismo, intentó ser nombrado conde, lo cual no le fue concedido. Parece ser que López de Quiroga prefería mantener su influencia a través de sus allegados y familiares, pues todos ellos ocupaban importantes cargos dentro de la administración colonial.

El mecenas

Las ganancias obtenidas en sus actividades mineras, agropecuarias, ganaderas y comerciales permitieron a López de Quiroga financiar diferentes tipos de empresas, como en 1674, cuando se celebró la canonización de San Francisco de Borja. Para los festejos en la Villa Imperial, el azoguero, según Bartolomé Arzáns de Orsua y Vela, “convidó 330 nobles para la función, repartiéndoles armas, pólvora, medias de seda, sombreros ricos de castor y vistosas cintas”.

Además, en su rol de mecenas, el año 1677 financió una expedición que tenía por objeto descubrir el Imperio del Gran Paititi; si bien la expedición no tuvo éxito, sin duda le dio otro tipo de beneficios, pues el financiamiento de misiones de conquista demostraba lealtad e interés por expandir los territorios de la Corona, lo cual caracterizaba a un “hombre virtuoso” de aquella época.

López de Quiroga también apoyó algunas actividades intelectuales, pues según Lewis Hanke habría costeado la publicación en Madrid de los libros Nobiliario del reino de Galicia (1677) y Palmas y triunfos del reino de Galicia (1678), ambos escritos por Fray Felipe de la Gándara.

Según la historiadora Eugenia Bridikhina, la participación en obras y acciones de piedad, ya sea a través de aportes tanto para la construcción y ornamento de las “iglesias, conventos y capillas”, como para la conquista y defensa de los territorios, permitían la obtención de “beneficios simbólicos” como ser “un lugar en las procesiones, tumbas situadas en las naves o en los santuarios, etc.”.

Esto fue precisamente lo que obtuvo López de Quiroga por sus obras piadosas, ya que fue enterrado en la iglesia de San Francisco de Potosí, donde desde el año 1654 había oficiado como síndico, lo que significa que se hacía cargo de “todos los bienes temporales del convento”.

Según el certificado de defunción descubierto por el investigador Simón Chacón Tórrez, López de Quiroga fue enterrado en la iglesia de San Francisco el 24 de enero de 1699. Según Arzáns, el acaudalado minero murió “muy viejo”, tanto así que “llegó a tener tanta edad que era necesario sustentarlo con la leche de los pechos de las mujeres dándole de mamar”.

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