Sucede que en Bolivia estamos soñando con convertirnos en una potencia basada en nuestros yacimientos de litio, especialmente, sin descartar otras alternativas de alta rentabilidad por su demanda internacional, caso de los minerales tradicionales, incluyendo el oro, y por qué no, podría ser también el uranio en un corto periodo de tiempo.
Lo malo del asunto es que, lamentablemente el Gobierno, no tiene la estrategia clara para convertir nuestros sueños en realidad y alcanzar el objetivo de alta producción minera, en todos los niveles y en todos los rubros.
Los entendidos en la materia, expertos, profesionales geólogos, ingenieros del ramo y hasta analistas especializados coinciden en señalar que “no es posible seguir soñando teniendo condiciones altamente favorables para hacer realidad los proyectos de una minería sustentable y rendidora… lo que falta es decisión y voluntad política” (…)
Sólo para hacer referencia al litio, con el convencimiento de que los salares de Bolivia constituyen el mayor reservorio mundial del escaso y estratégico metal, en el país el tiempo pasa inexorable y prácticamente sin que se hubiera hecho algo valedero en el avance del proyecto de explotación de las salmueras, aún existiendo el proyecto en marcha de la instalación de plantas pilotos, tanto en Uyuni como en Coipasa. Para los entendidos, ese intento es apenas un minúsculo avance en la proyección de explotar litio e industrializarlo y esa labor demandará millonarios capitales, que están en oferta, pero que no pueden ser canalizados, por la falta de estrategias definitivamente realizables.
Si bien en niveles externos se reconoce el potencial de los salares bolivianos, los cálculos que maneja el Ministerio de Minería del país, señalan que en la enorme extensión blanca de diez mil kilómetros cuadrados hay unos cien millones de toneladas de litio, aunque el servicio geológico de Estados Unidos hable sólo de nueve millones de toneladas del metal. Ese ya es un detalle que debió superarse en el tiempo de los dos años que corren de pura investigación y tentativas de las casi una docena de ofertas.
Han surgido comentarios de entendidos sobre un acuerdo ya adelantado con el gobierno de Corea del Sur, aunque las autoridades bolivianas se adelantaron en aclarar que no “existe ninguna preferencia y sólo se trata de una opción más de investigación”, en todo caso la duda persiste y ocasiona un especie de celo empresarial como el demostrado por Irán, país al que por otro lado se le encomendó el trabajo de elaborar una carta geológica de la reserva de litio, pero también de otros minerales, caso concreto del uranio.
Según una agencia internacional de noticias hay “elementos geopolíticos entreverados” en el caso de los proyectos y las estrategias nacionales para encarar la explotación de los importantes yacimientos de litio o uranio, además de otros en el país. El problema es que, seguramente los planes del gobierno se entrecruzan y ocasionan “mal gusto” entre los que tienen algunas responsabilidades encomendadas por el gobierno boliviano, pero que ya creó susceptibilidades, por ejemplo, entre iraníes y coreanos.
Esos son los problemas que deben despejarse, definir luego una verdadera estrategia de realización en la productividad minera en general, para no seguir perdiendo tiempo y mantenernos tan sólo en un sueño que debe pasar de la utopía a la realidad.
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