Cuando se hace referencia a la importancia de nuestros recursos naturales no renovables, el reconocimiento ineludible corresponde a la minería. Bolivia nació y se desarrolló en buenos años de su vida republicana, como "país eminentemente minero", su riqueza que fue extraída y transportada al otro lado del mundo, era reconocida en países ambiciosos que no tardaron en enviar a sus "exploradores", para constatar la existencia de su incomparable riqueza.
La plata de las minas bolivianas enriqueció reinados y gobiernos de las grandes potencias externas. Tras poner freno a esa indebida y autoritaria explotación de nuestra riqueza minera, la misma sirvió para impulsar el desarrollo nacional, las divisas mineras, costearon la construcción de caminos y el arranque de las primeras agroindustrias del país. El beneficio de la exportación de minerales, se distribuyó en función de proyectos socio - políticos, por lo mismo de manera inequitativa, con perjuicio para los distritos productores de minerales. Con el paso del tiempo, se empezó con la exploración hidrocarburífera, con recursos nacionales (mineros) y con una suerte de créditos que comenzaron a marcar las deudas del Estado y que se salvaron también con fondos de la entonces poderosa Comibol.
Surgió la era del petróleo y los favorables descubrimientos permitieron establecer una abundante riqueza gasífera que se convirtió en el sector "mimado" de los políticos gobernantes, en tanto que con alguna diferencia en tiempo y espacio se presentó la declinación de la minería, a raíz de una caída propiamente a punto cero en el precio de los minerales.
Ese fenómeno dio paso a una de las situaciones más críticas de la minería, miles de "relocalizados" de sus fuentes de empleo, cobraron indemnizaciones especiales y se convirtieron en trabajadores independientes, transportistas y comerciantes, los que no accedieron a esas opciones se volvieron cooperativistas mineros y desde entonces ese sector creció en número, hasta convertirse en un factor determinante para mover fichas en la actividad política.
Pero en todo este periodo de cambios, si hay algo que se observó por supuesto de manera positiva, es el apoyo decidido a los planes de exploración y explotación de hidrocarburos, preferencialmente del gas, que se exporta a dos países y que se ha convertido en el sustento de nuestra economía. El bajón de precios en el petróleo ha causado algunos desfases en los planes macro económicos del país, pero aun así con esas limitaciones, las inversiones oficiales y algunas externas, siguen favoreciendo a este rubro que con algunas declinaciones por un lado, pero con el hallazgo de nuevos pozos, por otro, sigue siendo el sector más favorecido en la atención financiera por parte del Estado.
Pese a la declinación de precios internacionales de minerales, en lo que corresponde al primer semestre del año presente, las exportaciones de minerales y metales representaron el 42 por ciento de las ventas totales de materias primas, lo que significa que la minería seguirá siendo una fuente importante en la generación de recursos para el Estado y las regiones, pero para recuperar su nivel de alta producción necesita de fuerte soporte financiero y aquí los expertos dicen, ojala fuese en la misma proporción o por lo menos parecida a la que se dispone para los hidrocarburos. Este hecho debe ser analizado en un plano realista, para que potenciando la minería, podamos asegurar la fortaleza económica nacional. Se trata de encontrar un parámetro de equilibrio, para potenciar la exploración, explotación y exportación de nuestros recursos naturales hidrocarburos (gas) y minerales. Bolivia puede ser un país gasífero y minero.
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