Ni duda cabe que por efecto de los precios altos anotados en las pizarras de los mercados internacionales en nuestro medio se mantiene un inusitado entusiasmo entre los productores mineros de todos los sectores, se incluyen por supuesto los del Estado, la minería privada en su conjunto, mediana y chica y también las cooperativas, esperando además la nueva Ley Minera.
Este hecho coyuntural y muy especial del tiempo que transcurre debido a la competencia de las grandes potencias, el caso de las naciones asiáticas y en el otro lado el poder de Norteamérica o la insurgencia lenta pero fuerte de Europa, posibilitan que los grandes capitales estén girando a una asombrosa velocidad en pos de materias primas estratégicas como las que tenemos en nuestro territorio para la exportación.
Se lamenta que el buen tiempo de los precios no haya sido aprovechado en toda su magnitud, hemos perdido buena parte de ese periodo sin implementar oportunamente las normas que reactiven nuestra minería y la coloquen en el nivel competitivo que necesita para tentar a los más grandes inversionistas, parte de los cuales han colocado capitales y tecnología en Chile, Perú y Argentina, se extendieron a Ecuador y Colombia, están en México y otros países centroamericanos.
Lo cierto es que hay muchas empresas internacionales deseosas de comenzar grandes operaciones en el territorio nacional. La atención está centrada de manera especial en los mega proyectos que deben comenzar cuanto antes, el caso del litio y su industrialización, pero también puede aflorar el uranio tan buscado y con clientes anticipados y seguros.
El hierro en el Mutún y la decisión de explotar de manera directa la otra mitad del cerro, en competencia con la Jindal, también tiene sus particulares interesados pues se trata de avanzar no sólo en la explotación del hierro sino en su transformación en acero.
El cobre y el zinc están igualmente en la mira de los grandes inversionistas y de los industriales mineros nacionales, pero hay necesidad de disponer cuanto antes las normas que hagan posible esos emprendimientos y que los mismos puedan desarrollarse en condiciones de seguridad jurídica garantizada, con reglas impositivas justas, con definiciones muy precisas sobre el uso de tierra y territorio, sin riesgos de avasallamientos y con un abanico de oportunidades para cerrar tratos en modalidades que atraigan capitales sin ahuyentarlos y que sean parte del interés nacional de hacer de la minería el pilar fundamental de nuestra economía.
Ya no es posible seguir divagando pretendiendo crear reglas exclusivistas cuando en el mundo entero se abren condiciones favorables a los emprendimientos mixtos, para avanzar, aprovechando tecnologías de punta y capitales de riesgo con alta posibilidad de sustentar proyectos de magnitud.
Lo que importa en este momento es no perder más tiempo y asegurar la viabilidad de un conjunto de reglas objetivas y claras para poner en marcha la nueva minería boliviana.
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