Un hecho sobresaliente en la actividad departamental es reconocer la historia de Oruro a partir de su importancia en la minería, recordando que su creación misma responde al hecho de haberse descubierto en su amplia serranía filones de plata primero y estaño después, lo que significó el asentamiento de grandes contingentes de oriundos de la región, pero también de miles de visitantes que ávidos de riqueza se constituyeron en la población más grande de la región.
En el mes de septiembre pasado se realizó el primer “Congreso Nacional de Patrimonio Geológico y Minero” que congregó a destacados profesionales de la materia y emitió algunas resoluciones que deberían ser tomadas en cuenta para “preservar el patrimonio geológico minero” de las instalaciones mineras, como una muestra viva de lo que significó la minería en otro tiempo y su valor económico que se trasunta en la vigencia, aún en el presente, de la razón y existencia del departamento en sí.
El evento realizado gracias a la iniciativa de geólogos locales y la cooperación de expertos de la Universidad Politécnica de Cataluña de España sirvió para establecer condiciones propicias al cuidado de lo que pueda quedar como muestrario de las operaciones mineras, pese a las recomendaciones insertas en la Ley 1333 del Medio Ambiente, que establece como requisito a las empresas mineras “dejar los terrenos de explotación al cierre de operaciones en las mismas condiciones que encontraron al comenzar las mismas”, lo que se logra a través de planes de mitigación ambiental, que sin embargo más allá de preservar el medio ambiente producen la pérdida referencial de hechos que han marcado la vida misma de muchas poblaciones que merecen conservar parte de ese patrimonio como muestra de grandes épocas de auge y riqueza.
Se entiende que el “patrimonio como tal” no es simplemente la conservación de minas es también rescatar los sitios que sirvieron para apoyar el trabajo minero, el caso de ingenios, talleres, ferrocarriles, maquinaria y herramienta y por supuesto rescatar sitios específicos para instalar museos absolutamente propios y naturales que muestren la importancia de periodos que facilitaron el enriquecimiento de gente y de regiones.
Una muestra positiva de lo que se sugiere se observa en el Museo Minero del Socavón que debe ser cuidado y debidamente protegido por constituir una de las pocas muestras de la minería tradicional orureña. Se sugiere hacer otro tanto con los ingenios de Machacamarca, donde ya se instaló un museo ferroviario que debe ser ampliado y que en conjunto puede convertirse en un maravilloso sitio de atracción turística no sólo para bolivianos más bien para extranjeros deseosos de conocer la historia viva de la minería tradicional.
Hay que pensar igualmente en el futuro de la Mina San José, de tal modo que la mayor parte de su estructura no desaparezca y que solucionado que sea el problema de la inundación de la mina y agotadas sus vetas, debe preservarse con fines culturales y turísticos que seguirán generando ingresos cuando se los promocione como parte de atractivos “paquetes” turísticos de enorme interés para miles de visitantes expresamente interesados en el motivo de la minería.
Rescatamos el valor de las resoluciones del evento profesional y transmitimos su valor como sugerencia para que las autoridades las cumplan y se ocupen de tomar previsiones para la “Preservación del patrimonio minero de Oruro”.
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