La Providencia ha hecho que nuestro país posea una naturaleza tan pródiga que presente posibilidades maravillosas para explotar la variedad de nuestros
recursos naturales, por separado en algunos casos, los hidrocarburos por ejemplo o la minería en el otro extremo, sin embargo se añade un factor muy importante que puede muy bien desarrollarse paralelamente con la minería y es el turismo, la industria sin chimeneas.
No se trata tan solo del paisaje “casualístico” como dicen algunos observadores, en realidad hay muchos y valiosos argumentos para poder mostrar que es posible armonizar la actividad minera y el desarrollo de ciertos planes turísticos que se cumplan sin que estos últimos alteren o afecten a la minería.
Existen ejemplos muy claros y efectivos en el caso de algunas minas fuera de producción que sin embargo y después de un trabajo de adecuación especial se han convertido en una especie de museos que enseñan lo que fueron las tareas mineras durante importantes periodos de auge. Hay minas de carbón en EE.UU. y en Europa que son simplemente sitios requeridos por gran cantidad de gente de esas mismas latitudes, que desea ver de cerca lo que fue la minería “artesanal”.
En nuestro continente no se han dado casos definidos sobre la materia, pero se pueden mencionar por ejemplo la famosa Catedral de Sal en Colombia a pocos kilómetros de su capital o los museos del oro, tanto en Bogotá o en Lima – Perú, una muestra de la riqueza de otros tiempos y un motivo de permanente interés para propios y extraños.
En el caso boliviano el pasado año se concluyó la “estrategia de desarrollo turístico del salar de Uyuni y las Lagunas de Colores aplicando un modelo de desarrollo sostenible y eficiente entre cultura y naturaleza.
Un alto funcionario de la Corporación Andina de Fomento (CAF) al evaluar precisamente el proyecto turístico en el Salar, la “maravilla Blanca del Continente” reconoció que “el turismo en Bolivia es un sector que cuenta con ventajas comparativas interesantes, con un elevado potencial de desarrollo que puede contribuir a reducir la pobreza estructural del país”.
El turismo en nuestro caso es compatible con la minería, por lo menos en el caso del Salar se dispondrán sistemas que permitan la continuidad de visitas de miles de turistas, extranjeros y nacionales, mientras en áreas especiales se desarrollen las tareas de extracción de las salmueras de donde se obtendrá el litio requerido para la industrialización de las futuras baterías de energía para el transporte vehicular en el mundo.
Más cerca, en el caso de Oruro, increíblemente el reducido museo minero que ha sido construido en la parte posterior del Santuario de la Virgen del Socavón nos demuestra el interés que existe, especialmente para visitantes nacionales y con mayor ansiedad en el caso de extranjeros de visitar el interior de una mina, sintiendo desde su clásico olor a copajira, su rocosa estructura húmeda y mostrando filones brillosos, tener muy cerca los “aparejos tradicionales” y observar el avance tecnológico con las perforadores neumáticas y los carros metaleros, es toda una aventura por la que muchos pagan lo que sea.
A dónde se quiere llegar con esa idea, simplemente a concretar en realidad un proyecto ya existente desde hace muchos años atrás y que también debe ser desempolvado entre los documentos de la ex Cordeor, donde se planificó la habilitación de una “mina turística” en la ciudad de Oruro. Las opciones se daban entonces en la zona de “La Tetilla” sector central oeste de la ciudad, Mina Itos, incluyendo un túnel iluminado que une dos sectores de la serranía próxima al Pie de Gallo y finalmente la mina San José. En el primer caso, el avasallamiento urbanístico dio fin con la Tetilla. La segunda y tercera opción pueden aún ser compatibles en su habilitación, actualizando los estudios de hace años, para convertir esas minas en verdaderos centros de atracción turística, con todos los elementos necesarios para mostrar una mina “en vivo y directo”, asociando semejante atractivo, a la temporada carnavalera, tan ligada a la propia esencia de la Virgen milagrosa, la mina y el diablo.
La necesidad de inversiones, es justamente lo que menos debería preocupar, pues paradójicamente existen más posibilidades de “bancar” proyectos turísticos de perspectivas rendidoras que buscar financiamientos para reflotar minas fuera de servicio y agotadas. La idea es que las mismas “refloten” pero con sentido turístico, de manera que en tiempo y espacio se recuperen las inversiones y se perfilen nuevos ingresos para la región.
Oruro ha mejorado sustancialmente su sistema hotelero, hay un crecimiento importante en la oferta, con mucha variedad de servicios y categorías, lo que garantiza la ejecución de planes turísticos permanentes, si con adecuada planificación se promueve todo un “paquete” de maravillas naturales, para mostrar nuestra minería y su riqueza.
Fuera de la minería tradicional, ya se han dado muestras del interés de observar también los avances de la tecnología moderna, por ejemplo en el caso de la empresa Inti Raymi, una de las más importantes de la región y reconocida mundialmente por su tecnología en el tratamiento del oro. Esa mina ahora en su segunda fase opera muy cerca de la ciudad y permite la visita de gente interesada en observar sus avances.
Huanuni es otro distrito donde se observa la minería en sus dos caras, la explotación tradicional y la nueva minería de avanzada, moderna y tecnológicamente implementada, además con casi cinco mil trabajadores, demostrando su potencialidad, que resulta un motivo de sorpresa, curiosidad y realidad para miles de turistas.
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