Con el anuncio de la llegada de una frondosa delegación del Japón encabezada por el Ministro de Economía, Comercio e Industria la semana que comienza, se abre una nueva etapa de incertidumbre respecto al litio en Bolivia. A primera vista, cualquiera podría asumir que las autoridades bolivianas por fin se dieron cuenta de que no podrán avanzar solas en el proyecto más estratégico de la historia de nuestro país y que los japoneses vienen en su auxilio. Sin embargo, existen al menos dos razones para dudar sobre esa posibilidad.
En primer lugar, en el programa del seminario aparentemente preparado por los visitantes se ha incluido el primer día una exposición a cargo de Minera San Cristóbal de propiedad de la empresa Sumitomo, lo que nos inclina a pensar que el objetivo de la visita va más allá del litio. No por nada el título del evento es “Seminario de Sectores Estratégicos”. En los últimos tiempos, el actual gobierno nos ha acostumbrado a pensar que el litio es, en efecto, un mineral estratégico, razón por la cual ha montado una planta piloto (originalmente apoyada por todos, incluído este analista) y ha difundido a fines del año pasado un ambicioso plan de inversiones que, a pesar nuestro, sólo muestra una impresionante danza de millones a ser financiados con recursos del Banco Central. No obstante, como he señalado muchas veces, el proyecto estrella del gobierno sólo ha brindado al país hasta ahora – y en el mejor de los casos - magros resultados. Pero, volviendo al tema, el litio (e incluso los demás recursos evaporíticos existentes en el sudoeste boliviano) no es (son) lo único que le puede interesar al Japón. Está claro que su motivación para enviar a Bolivia tan importante comitiva tiene que ver también con el zinc, el estaño, el hierro, el manganeso y el cobre que desde hace poco han pasado a conformar el grupo de minerales estratégicos en el mundo, recursos con que cuenta el país en cantidades nada despreciables y que “la nación del sol naciente” requiere con extrema urgencia para contrarrestar la arremetida de la China en su lucha por el segundo o tercer lugar del liderazgo económico de la tierra. Sobre el zinc, ya sabemos del control casi total que el Japón ejerce sobre su oferta en Bolivia, pero se conoce muy poco sobre los otros minerales mencionados anteriormente. Sería bueno que para el citado evento el Ministerio de Minería y Metalurgia prepare un discurso de verdadera defensa de nuestros recursos naturales anunciando la pronta homologación de las regalías mineras a las hidrocarburíferas para poner coto al virtual saqueo de nuestras valiosas materias primas y empiece a indagar cuanto antes acerca de lo que significan hoy en día los minerales estratégicos en el mundo para que potencias extranjeras de la talla del Japón y otras no “nos pesquen en curva”, con todos los perjuicios que eso implica para el país.
En segundo lugar, considero que la llegada de los japoneses podría ser parte de una estrategia de acercamiento a la sociedad boliviana para que empiece a enterarse de algunos detalles de su propuesta de industrialización del litio, en momentos en que los ejecutivos del proyecto piloto parecen estar más interesados en enviar a grupos de técnicos bolivianos a Corea del Sur – el “archirival” del Japón en lo que toca a tecnologías energéticas alternativas - para familiarizarse con la tecnología de ese país en diferentes aspectos de la cadena de valor del litio. Sólo espero que la presentación de los japoneses no sea nuevamente a puertas cerradas, cediendo a las presiones del gobierno que - con seguridad - prefiere tocar este tema con pinzas a fin de evitarse problemas con el conjunto cada vez más grande de partes involucradas en el problema, aunque con ello aumente la falta de transparencia y el rechazo de la población. La pregunta que todos nos hacemos a estas alturas es: ¿Adónde vamos con el litio? Al respecto, como he anotado en varias ocasiones, a pesar de las rimbombantes cifras de inversión anunciadas y los shows políticos en el Salar de Uyuni, el país aún no cuenta con una estrategia para la exploración, explotación, procesamiento, industrialización y comercialización del litio y los demás recursos evaporíticos existentes principalmente en el sudoeste potosino que vaya más allá de un glosario de buenas intenciones. En estas circunstancias, me pregunto ¿cuánto tiempo más tendremos que esperar, o mejor dicho, cuánto más tendremos que perder como país para introducirnos con pie firme en el mercado del litio? Conocidos los últimos datos de recursos identificados de litio en el mundo, deberíamos tener todos los motivos para preocuparnos. Según esta información, Bolivia
contaría solamente con el 26% de dichos recursos, seguida de Chile (22%), China (16%), EEUU (12%) y Argentina (8%), entre los países con el mayor potencial. En el hipotético caso de que solamente los dos últimos países - China y Argentina - decidieran destinar todos sus recursos identificados de litio a la producción de baterías para vehículos eléctricos, estarían en condiciones de cubrir un poco más del 80% de la demanda global de litio prevista hasta 2030 para ese fin. ¿Será que el gobierno nacional ha decidido a nombre nuestro desperdiciar la oportunidad de convertir a Bolivia en el centro energético del planeta? El pueblo boliviano exige una respuesta perentoria a ésta y las demás interrogantes planteadas anteriormente.
* Analista de la economía del litio
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