La caída de precios de minerales y metales en los mercados
internacionales tiene la virtud de desnudar ciertas percepciones de
actores y operadores del sector en respuesta a las perspectivas que el
nuevo orden de valor les impone y a la imagen que desean lanzar a la
opinión pública.
En foros especializados y también en corrillos,
las voces oficiales minimizan el fenómeno, los "opositores" al régimen
de turno lo maximizan a niveles de catástrofe, los libre pensantes se
devanan los sesos para tratar de explicar el fenómeno y toman partida,
sin querer queriendo ,según afinidades y/o subterráneos intereses que
afloran ante la coyuntura.
Los oficialistas hablan de
contrarrestar los avatares de mercados volátiles y hablan de aumento y
diversificación de la producción con megaproyectos mineros e
industriales, de colosales inversiones (v. g. Casi $us 1.000 millones en
el Salar de Uyuni), de proyecciones más allá del 2025, de
industrializar todo lo que se extrae de la pachamama, de explorar hasta
el último rincón patrio.
Los opositores minimizan los posibles
resultados acudiendo a la gravedad de la caída de precios, al bajo nivel
de nuevos descubrimientos de minas, al despilfarro de la renta minera
en la casi década precedente, a los efectos negativos de la mega minería
en el medio ambiente y a los costos sociales que la actual coyuntura ya
está cobrando en la población (cierre de pequeñas operaciones mineras y
migración de la mano de obra a labores agrícolas).
Es un
concurso de autocomplacencias al más puro estilo de nuestra clase
política. Lo importante pareciera ser el opacar al contrincante en el
mundo virtual de las comunicaciones aún a costa de desgastar la imagen
real de los pocos emprendimientos mineros en curso.
Mientras
tanto las cosas adquieren un tono peligrosamente gris, ya es difícil
distinguir por ejemplo, si el Mutún será un proyecto siderúrgico para
producir acero y productos intermedios para la región y el mundo o si
será una mini acería para el mercado interno, peor aún si alguna de
estas alternativas tiene una justificación económica. Si el proyecto de
cobre en Corocoro tiene la proyección inicial con que se inició o si
fracasó el proyecto con Korea Resources Corporation (KORES) y solo nos
quedaremos con la actual operación de obtención de cobre electrolítico
de los remanentes de la explotación de las viejas minas de cobre de la
región. Si el proyecto del Salar de Uyuni avanza más allá de la planta
piloto de sales de litio y potasio, si los parámetros económicos
acompañan el proyecto o estamos en la letanía de implementar "nuestra
tecnología" aún a costa de perder la coyuntura de mercados. Si
Karachipampa funcionará algún día o seguiremos alimentando este elefante
blanco de los años 80; y así podemos seguir.
Hay que dejar el
problema a los que saben repetía un viejo maestro mío y es así, si
realmente queremos desarrollar la industria minera la cosa es más seria
que solazarnos en el mundo virtual; tarde o temprano la realidad nos
golpeará el rostro y pisaremos tal vez arenas movedizas y no el terreno
firme que esperábamos. Los proyectos mineros no nacen, se hacen, podemos
tener la mayor reserva de litio del mundo, el vanagloriarnos de ello
hasta la saciedad no nos llevará a ninguna parte. La tecnología, el
adecuado manejo de las variables del mercado, la delicada ingeniería de
cada etapa y el duro trabajo de campo son entre otras, las cartas de
triunfo que la historia milenaria de la industria ha acumulado a lo
largo de siglos. Dejemos de mirarnos el ombligo.
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