Empieza 2015 con un sabor agridulce por la baja de precios de minerales y metales de nuestra producción y aunque se quiera aparentar con los números oficiales una relativa normalidad en la industria, los efectos ya se sienten en los operadores mineros.
No es hora de llorar sobre la leche derramada pero, hemos perdido una década para reponer reservas y generar nuevos proyectos mineros; con nuestra legislación sectorial tal como está (Ley 535) que ignora al sector privado, favorece al sector informal y no empodera a Comibol como era la intención, será muy difícil revertir la situación en el mediano plazo.
Tenemos proyectos estatales para metales de bajo precio: hierro, complejos de plomo-plata-zinc, sales de potasio y litio (la tonelada de carbonato de litio cuesta en el mercado internacional alrededor de la mitad de lo que cuesta una tonelada fina de estaño), también un proyecto de cobre que agoniza por falta de reservas (Corocoro), queremos seguir con los elefantes blancos (fundiciones y refinadoras de metales base) y descuidamos lo importante como es el control de la cadena de producción-beneficio-comercialización de metales de mayor precio como el oro, hoy en manos del subsector menos controlable.
Las exploraciones en busca de nuevas minas, según los anuncios de Comibol y Sergeomin, forman un abanico variopinto que va desde explorar antiguas áreas mineras ya prospectadas por estaño, plomo, zinc, plata, cobre etc., hasta viejas minas de Comibol y el Escudo Precámbrico en el oriente del país en busca de metales preciosos y tierras raras. Se descuida sin embargo, la generación de nuevas minas de oro, cuya exportación en metálico(de operadores formales y/o informales para decir lo menos) ya tiene una incidencia del 10,59% en las exportaciones totales del país (INE, RES_2014_41).
Nos llenamos la boca con anuncios grandilocuentes cuando en una perforación se corta una veta con contenidos de plata expectables (v.g. Conde Auqui) sin medir lo que costará implementar un proyecto de minería subterránea en esas soledades. Nos olvidamos que años atrás similares anuncios se hicieron en Corocoro y hoy el proyecto languidece. La mesura, el autocontrol y la planificación debieran ser atributos a seguir por autoridades y operadores; generar un nuevo proyecto es una larga aventura donde solo tienen éxito los que hacen de esos atributos, reglas de vida a seguir.
Con la estructura actual de Sergeomin y Comibol que vienen de su casi destrucción en los años 80, no se podrá manejar adecuadamente tan variado portafolio. Se dilapidarán recursos si no se toman medidas para establecer nuevas estructuras institucionales, prioridades de exploración y planificación de objetivos a mediano y largo plazo.
La exploración constituye la fase inicial del negocio minero y como tal se ubica al comienzo de la cadena de valor de las empresas; su manejo debe seguir un protocolo cuya gerencia es la clave del éxito de todo emprendimiento. Los deseos y las buenas intenciones no tienen cabida en esta ruta crítica.
Es hora de dejar el discurso y centrarse en lo pragmático, estimo que el control del oro en el país, la generación de nuevas operaciones controladas por el Estado y la prioridad de explorar áreas con metales de alto valor (plata, platinoides y tierras raras entre otros), podrían ser intentos válidos para cambiar la situación actual del sector. No olvidemos que, ‘el que mucho abarca, poco aprieta’.
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