Transcurre un tiempo prolongado en el que se ha marcado como incómoda realidad el decaimiento de los excepcionales precios altos vigentes en las pizarras de cotizaciones para la compra de materias primas, especialmente petróleo y sus derivados y el caso de los minerales.
En el periodo de variaciones el auge de precios generó alternativas de alta producción y obtención de utilidades, que en algunas economías previsoras sirvió para fortalecer "fondos con ahorros de emergencia", lo que justamente no se hizo en nuestro país, dejando que pase el auge de los commodities para decirlo claramente…sin pena, ni gloria.
Pero como la secuencia permanente de subidas y bajadas es parte de aquellas variantes que predominan en las economías de países productores, el nuestro no escapa a sufrir las contingencias que produce ese factor altamente negativo cuando el ritmo de precios es decreciente y puede ser prolongado.
No es solución que alguna autoridad señale muy suelta de cuerpo que "situaciones como la presente ya la hemos vivido y enfrentado", sin recordar por supuesto que las consecuencias en los casos más graves han sido de alto perjuicio a la economía nacional, produciendo un masivo desempleo como el de la relocalización con miles de mineros convertidos en comerciantes (informales) o taxistas, alejados de su principal fuente de ingreso y trabajo conocido.
Tampoco se puede olvidar el largo periodo que tuvo que enfrentarse la crisis para devolver a la minería su condición productora de divisas. Fueron varios años y muchas pérdidas en la economía boliviana, eso significó sacrificio y exigió actitudes heroicas para restablecer paulatinamente la producción minera que, increíblemente, aún no ha sido reactivada como corresponde.
UN PROBLEMA REGIONAL
Un artículo publicado recientemente en el suplemento del New York Times, se refiere a mucha gente en Latinoamérica, preocupada muy seriamente por la "desaceleración de la economía china", que es la causa de rebote en la situación de las economías de países que dependen de la venta de sus materias primas.
Comentan que el voraz apetito chino por las materias primas de Latinoamérica impulsó la década más prospera de la región desde los años 70. "Llenó muchas arcas gubernamentales y ayudó a reducir a la mitad la tasa de empobrecimiento de la región". Fue un proceso que dejó huella, según los analistas, pero que comenzó a declinar, pues se trata de ciclos especiales en que las variantes pueden ser muy acentuadas y algunas ocasiones de leve efecto, siempre en función a las necesidades y exigencias de la competencia internacional reinante en esos periodos.
En la actualidad hay que reconocer que "el auge de los commodities ha terminado" aunque en algunos casos permitió a muchos gobiernos y compañías confrontar situaciones de emergencia. No ha sido el caso de Bolivia, que durante el tiempo de los buenos precios no hizo ningún ahorro estratégico para contar con el fondo de emergencia que tienen los vecinos.
En materia de importación de materia prima la China compra un altísimo porcentaje de las materias primas mineras, como ejemplo el cobre chileno ajustando precios a la conveniencia china. A medida que los precios de las materias primas siguen a la baja, empujados en gran medida por la demanda china más débil, las cosas pueden tornarse mucho más difíciles para los productores de commodities.
REALIDAD INOBJETABLE
La situación actual vista objetivamente por expertos económicos, nos muestra que "las economías latinoamericanas no han logrado superar una de sus debilidades históricas, una dependencia en materias primas que ha encadenado el desarrollo de la región a una secuencia incesante de auges y colapsos".
Es innegable que a los funcionarios responsables de las economías latinoamericanas les ha preocupado en los últimos años la posición de la China que socavando los esfuerzos de países como Brasil, México, Argentina y otros ha introducido su masiva producción industrial, con precios muy bajos, gracias a la mano de obra barata en China, que por supuesto compite con la industria de Latinoamérica que no puede alcanzar los índices y costos de la gigante industria manufacturera asiática.
Ese proceso de crecimiento industrial en China obliga a cubrir su necesidad de materias primas, minerales, petróleo e inclusive productos agrícolas reduciendo su oferta de compra y restringiendo el proceso a través de la baja de precios para las materias primas, incentivando por el otro lado la producción de su manufactura que la distribuye abiertamente y que por sus precios de mercado pone en riesgo la producción de los países latinoamericanos.
El consuelo es poco halagador, pues los industriales chinos aseguran que el "apetito chino seguirá siendo voraz por los commodities de América Latina", pero naturalmente bajo las condiciones establecidas por la competencia de grandes potencias, no precisamente por las necesidades de los productores que dependemos de la venta de nuestras materias primas.
Una solución que avanza con ciertas dificultades, pero puede consolidarse, es justamente apurar los procesos industriales para vender nuestra materia prima con valor agregado y más adelante competir productivamente, por lo menos en ciertos rubros en los que la calidad de los productos de la región pueda competir con la china, fijando nuevas condiciones en precios y volúmenes exportables.
NYT, P.M.
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