Lo que ocurrió en la gestión 2008 con un registro altamente positivo por lo menos hasta mediados del segundo semestre cuando los registros del Banco Central referían las macro cifras, éstas permitieron aumentar la reserva estratégica del ente emisor a nivel internacional, aunque sin reflejar claramente una realidad interna golpeada duramente con una inflación incontrolable.
En el último trimestre del pasado año, las cosas cambiaron y la abrupta caída en los precios de los minerales, obligaron a cambiar muchos planes que se habían delineado para la gestión.
Bajó el ritmo de la exportación de nuestros recursos naturales no renovables, el caso concreto de minerales, pero también de hidrocarburos, sector en el que comenzó el descenso paulatino en el precio del “barril” de crudo, colocándonos ante una realidad, dolorosa pero inevitable y que significa asumir con mucha responsabilidad la urgencia de enfrentar la critica coyuntura pero sin que se llegue al colapso de los dos sistemas productivos más importantes de la Nación, los hidrocarburos y la minería.
Lo lamentable es que pasó un periodo de buenos precios en ambos sectores que nos los supimos aprovechar convenientemente, debido a la carencia de políticas adecuadas que exigía la minería o en el otro caso, la falta de capacidad profesional para disponer un mejor uso de nuestra riqueza energética.
Los entendidos en los ciclos financieros, señalan que la tendencia de las cotizaciones de ciertas materias primas persistirá en su bajada aunque con menos impacto en economías “emergentes” como la boliviana.
LA MINERIA
Algo que no se puede desconocer y que tiene influencia directa en la economía nacional es sin lugar a yerros la minería nacional que se mostró “dadivosa y hasta veleidosa” para algunos entendidos que se sintieron influidos por los precios internacionales y hasta aseguraron que ese ciclo duraría una década.
Grave error, pues otros expertos anticiparon la necesidad de tomar previsiones para enfrentar el juego de las potencias, caso de países asiáticos que dieron muestras claras de ejercer control de precios para frenar la sobre demanda de concentrados y nivelar sus finanzas para la competitividad mundial.
Esos precios, los que regían para nuestras materias primas, pero también los que marcaban las reservas internacionales, escondían la realidad de nuestra economía, débil, vulnerable y peligrosamente variable, por tanto dependiente del registro internacional externo que al descender ocasionaría un derrumbe en nuestra administración financiera. Eso sucedió. Se explicó que en el momento en que comience el bajón de precios se sentiría de inmediato igual fenómeno en la economía nacional, sujeta a la recuperación de las divisas que producen justamente minerales e hidrocarburos, significa que algunas expectativas del sector minero sobre una aparente mejoría en el rubro de exportación, no fue real pues lo evidente es que ese momentáneo crecimiento se correspondió al efecto de los precios vigentes y no al volumen de exportaciones. Dicho de otro modo, el aparente boom minero fue sólo parte de una imprevisión en las políticas mineras, que se las reemplazo con algunos números que no eran parte de la realidad minera.
TIEMPO Y DIVISAS PERDIDAS
La enseñanza de ese periodo de distorsión es que lo deseable debe ser lograr el control de un crecimiento basado en mayor producción la que a su vez garantice fuentes de empleo y estabilidad productiva.
El final de todo ese proceso temporal es que como país, Bolivia no aprovechó la coyuntura de los precios altos, tanto en la minería como en hidrocarburos, recordando en este último rubro que el barril de crudo superó los 110 dólares, fueron tiempos interesantes que sólo sirvieron para encandilar a nuestros políticos, sin que se hubiesen logrado beneficios pragmáticos.
En el último trimestre del pasado año, las cosas cambiaron y la abrupta caída en los precios de los minerales, obligaron a cambiar muchos planes que se habían delineado para la gestión.
Bajó el ritmo de la exportación de nuestros recursos naturales no renovables, el caso concreto de minerales, pero también de hidrocarburos, sector en el que comenzó el descenso paulatino en el precio del “barril” de crudo, colocándonos ante una realidad, dolorosa pero inevitable y que significa asumir con mucha responsabilidad la urgencia de enfrentar la critica coyuntura pero sin que se llegue al colapso de los dos sistemas productivos más importantes de la Nación, los hidrocarburos y la minería.
Lo lamentable es que pasó un periodo de buenos precios en ambos sectores que nos los supimos aprovechar convenientemente, debido a la carencia de políticas adecuadas que exigía la minería o en el otro caso, la falta de capacidad profesional para disponer un mejor uso de nuestra riqueza energética.
Los entendidos en los ciclos financieros, señalan que la tendencia de las cotizaciones de ciertas materias primas persistirá en su bajada aunque con menos impacto en economías “emergentes” como la boliviana.
LA MINERIA
Algo que no se puede desconocer y que tiene influencia directa en la economía nacional es sin lugar a yerros la minería nacional que se mostró “dadivosa y hasta veleidosa” para algunos entendidos que se sintieron influidos por los precios internacionales y hasta aseguraron que ese ciclo duraría una década.
Grave error, pues otros expertos anticiparon la necesidad de tomar previsiones para enfrentar el juego de las potencias, caso de países asiáticos que dieron muestras claras de ejercer control de precios para frenar la sobre demanda de concentrados y nivelar sus finanzas para la competitividad mundial.
Esos precios, los que regían para nuestras materias primas, pero también los que marcaban las reservas internacionales, escondían la realidad de nuestra economía, débil, vulnerable y peligrosamente variable, por tanto dependiente del registro internacional externo que al descender ocasionaría un derrumbe en nuestra administración financiera. Eso sucedió. Se explicó que en el momento en que comience el bajón de precios se sentiría de inmediato igual fenómeno en la economía nacional, sujeta a la recuperación de las divisas que producen justamente minerales e hidrocarburos, significa que algunas expectativas del sector minero sobre una aparente mejoría en el rubro de exportación, no fue real pues lo evidente es que ese momentáneo crecimiento se correspondió al efecto de los precios vigentes y no al volumen de exportaciones. Dicho de otro modo, el aparente boom minero fue sólo parte de una imprevisión en las políticas mineras, que se las reemplazo con algunos números que no eran parte de la realidad minera.
TIEMPO Y DIVISAS PERDIDAS
La enseñanza de ese periodo de distorsión es que lo deseable debe ser lograr el control de un crecimiento basado en mayor producción la que a su vez garantice fuentes de empleo y estabilidad productiva.
El final de todo ese proceso temporal es que como país, Bolivia no aprovechó la coyuntura de los precios altos, tanto en la minería como en hidrocarburos, recordando en este último rubro que el barril de crudo superó los 110 dólares, fueron tiempos interesantes que sólo sirvieron para encandilar a nuestros políticos, sin que se hubiesen logrado beneficios pragmáticos.