Siguiendo la serie de análisis bajo este título, quiero referirme a dos metales preciosos cuyo potencial en nuestro país es importante y sobre el que tantas leyendas y a veces mitos se han generado y se han ubicado en el subconsciente de nuestra gente: la plata y el oro.
Potosí fue el productor de plata más grande del mundo en tiempos de la Colonia y en los albores de la República, junto con Porco y Andacaba formaban lo que se conocía como “Serranía de plata” cuya fama aceleró la conquista española de estas tierras. La toponimia de estos lugares del continente: Río de la Plata, La Plata (hoy Sucre), Argentina (de Argentum), tienen tanto que ver con este mineral que resultaba obvio el asociar las alturas cordilleranas con riqueza. Bolivia hoy ocupa el lugar 11 entre los 20 países productores principales de plata, encabezados por Perú, México y China que han producido el 2006: 111.6Moz (millones de onzas), 96.4Moz y 75Moz respectivamente, frente a 15.2Moz que produjo nuestro país (1). Con la puesta en marcha de San Cristóbal que tendrá una producción anual de 17.5Moz y San Bartolomé que producirá alrededor de 6Moz anuales (2), nuestro país se ubicará entre los puestos 7 y 8 con una producción anual de 38.7Moz, entre Rusia (39.6Moz) y Estados Unidos (36.7Moz). ¿Por qué declinó, a diferencia de Perú, la importancia de nuestro país como productor de plata?
Tal parece que, nuestra vocación inmediatista y depredadora se impone siempre a la meditada planificación de políticas de largo aliento en materia minera que hubiesen permitido la reposición y crecimiento de las reservas de mineral y de la industria asociada. No se entiende como teniendo ya en tiempos coloniales toda una infraestructura que llegaba al uso final de la plata en orfebrería, platería, monedas de uso corriente y numismático, hoy estemos exportando concentrados minerales con altos contenidos de plata y estemos importando joyas de plata de Perú y México. Solo el 7% de la producción nacional corresponde a plata metálica y un porcentaje menor a la que se usa localmente en platería y orfebrería (3).
En el caso del oro, estas tierras han sido desde siempre famosas por su riqueza aurífera, no olvidemos que el rescate de Atahuallpa de manos de los colonizadores fue de un poco mas de 6 toneladas de oro, proveniente de rústicas minas del Collao. Actualmente se estima un potencial de 30 millones de onzas de oro en las planicies aluvionales del noreste del país, un potencial en yacimientos de roca dura del Altiplano y la Cordillera de 5 millones de onzas y un aún desconocido potencial en rocas de edad precámbrica en el oriente del país.
Lo dramático de esto radica en que desde siempre hablamos de potencial pero, hemos hecho muy poco para desarrollar reservas de interés económico dentro de ese potencial. Las planicies del noreste son tierra de nadie donde campea la minería informal, el contrabando y la evasión impositiva; los proyectos de exploración en el occidente del país, han sido tímidamente encarados por un empresariado urgido de obtener retornos inmediatos a su inversión y atemorizado cada vez mas por un entorno tributario, social y político que desalienta la inversión de riesgo en tareas de exploración y reposición de reservas.
La producción actual registrada del país es de alrededor de 7 toneladas de oro anuales, muy lejos de la producción de nuestros vecinos. Perú que comparte gran parte de nuestra historia minera y de nuestras características geológicas, ha exportado oro por un valor que ha superado los 2 billones de dólares, 16 veces superior al valor de nuestra producción. Entonces resulta claro que no hemos encarado adecuadamente las cosas en cuanto a minería se refiere en las décadas precedentes y pese al interesante potencial que tenemos, estamos perdiendo importancia a nivel regional como país minero, que fue siempre el slogan y el cartel que el país mostró al mundo.
En las últimas semanas, algunas instituciones como el Colegio de Geólogos, la Cámara Americana de Comercio de Bolivia, el Club de Minería y otras, han organizado eventos de análisis de la situación del sector minero. Al margen de lamentos sobre el tema impositivo y algunos atisbos de aislados intentos empresariales en nuevos emprendimientos mineros, la tónica general es que en el país se soslaya el tratamiento en profundidad de temas como la informalidad, terciarización de la comercialización, rentismo, necesidad de reinversión en el sector y la administración regional de las operaciones y proyectos mineros; aspectos que deberían ocupar la atención no solo de organizaciones de profesionales sino de aquellas que agrupan a empresarios en sus diferentes escalas y también a las universidades y organizaciones regionales del sector. Solo así avanzaremos en el debate siempre espinoso sobre el futuro de la minería nacional.
Percibo una tímida participación gubernamental en definir las reglas de juego, mucha presión de organizaciones sociales y comunitarias para hacer prevalecer sus intereses y un empresariado de muy bajo perfil para proponer medidas alternativas que coadyuven a definir la incertidumbre que estamos viviendo. Esto le hace mucho mal al sector y estamos perdiendo el tren de los precios altos de los minerales, ya hay voces que indican la tendencia a la baja de los precios que podrían llegar a -14% ó -21% para los metales base en la gestión siguiente (4) y un panorama siempre cambiante y a veces incierto para los metales preciosos.
En la siguiente entrega abordaré la problemática del estaño, el metal del diablo, que ha marcado la historia más reciente de nuestro país y representa la lucha más dura por el siempre presente sueño de desarrollo industrial del país, lucha que aún hoy está vigente.
(*) Ingeniero Geólogo,
Ex Ministro de Minería y
Metalurgia
(1) Con datos de The Silver Institute, August 2007.
(2) Datos publicados por las empresas.
(3) U.S. Geological Survey, Mineral Commodity
Summaries, 2006.
(4) Natixis Commodity
Markets, August 2007.
Potosí fue el productor de plata más grande del mundo en tiempos de la Colonia y en los albores de la República, junto con Porco y Andacaba formaban lo que se conocía como “Serranía de plata” cuya fama aceleró la conquista española de estas tierras. La toponimia de estos lugares del continente: Río de la Plata, La Plata (hoy Sucre), Argentina (de Argentum), tienen tanto que ver con este mineral que resultaba obvio el asociar las alturas cordilleranas con riqueza. Bolivia hoy ocupa el lugar 11 entre los 20 países productores principales de plata, encabezados por Perú, México y China que han producido el 2006: 111.6Moz (millones de onzas), 96.4Moz y 75Moz respectivamente, frente a 15.2Moz que produjo nuestro país (1). Con la puesta en marcha de San Cristóbal que tendrá una producción anual de 17.5Moz y San Bartolomé que producirá alrededor de 6Moz anuales (2), nuestro país se ubicará entre los puestos 7 y 8 con una producción anual de 38.7Moz, entre Rusia (39.6Moz) y Estados Unidos (36.7Moz). ¿Por qué declinó, a diferencia de Perú, la importancia de nuestro país como productor de plata?
Tal parece que, nuestra vocación inmediatista y depredadora se impone siempre a la meditada planificación de políticas de largo aliento en materia minera que hubiesen permitido la reposición y crecimiento de las reservas de mineral y de la industria asociada. No se entiende como teniendo ya en tiempos coloniales toda una infraestructura que llegaba al uso final de la plata en orfebrería, platería, monedas de uso corriente y numismático, hoy estemos exportando concentrados minerales con altos contenidos de plata y estemos importando joyas de plata de Perú y México. Solo el 7% de la producción nacional corresponde a plata metálica y un porcentaje menor a la que se usa localmente en platería y orfebrería (3).
En el caso del oro, estas tierras han sido desde siempre famosas por su riqueza aurífera, no olvidemos que el rescate de Atahuallpa de manos de los colonizadores fue de un poco mas de 6 toneladas de oro, proveniente de rústicas minas del Collao. Actualmente se estima un potencial de 30 millones de onzas de oro en las planicies aluvionales del noreste del país, un potencial en yacimientos de roca dura del Altiplano y la Cordillera de 5 millones de onzas y un aún desconocido potencial en rocas de edad precámbrica en el oriente del país.
Lo dramático de esto radica en que desde siempre hablamos de potencial pero, hemos hecho muy poco para desarrollar reservas de interés económico dentro de ese potencial. Las planicies del noreste son tierra de nadie donde campea la minería informal, el contrabando y la evasión impositiva; los proyectos de exploración en el occidente del país, han sido tímidamente encarados por un empresariado urgido de obtener retornos inmediatos a su inversión y atemorizado cada vez mas por un entorno tributario, social y político que desalienta la inversión de riesgo en tareas de exploración y reposición de reservas.
La producción actual registrada del país es de alrededor de 7 toneladas de oro anuales, muy lejos de la producción de nuestros vecinos. Perú que comparte gran parte de nuestra historia minera y de nuestras características geológicas, ha exportado oro por un valor que ha superado los 2 billones de dólares, 16 veces superior al valor de nuestra producción. Entonces resulta claro que no hemos encarado adecuadamente las cosas en cuanto a minería se refiere en las décadas precedentes y pese al interesante potencial que tenemos, estamos perdiendo importancia a nivel regional como país minero, que fue siempre el slogan y el cartel que el país mostró al mundo.
En las últimas semanas, algunas instituciones como el Colegio de Geólogos, la Cámara Americana de Comercio de Bolivia, el Club de Minería y otras, han organizado eventos de análisis de la situación del sector minero. Al margen de lamentos sobre el tema impositivo y algunos atisbos de aislados intentos empresariales en nuevos emprendimientos mineros, la tónica general es que en el país se soslaya el tratamiento en profundidad de temas como la informalidad, terciarización de la comercialización, rentismo, necesidad de reinversión en el sector y la administración regional de las operaciones y proyectos mineros; aspectos que deberían ocupar la atención no solo de organizaciones de profesionales sino de aquellas que agrupan a empresarios en sus diferentes escalas y también a las universidades y organizaciones regionales del sector. Solo así avanzaremos en el debate siempre espinoso sobre el futuro de la minería nacional.
Percibo una tímida participación gubernamental en definir las reglas de juego, mucha presión de organizaciones sociales y comunitarias para hacer prevalecer sus intereses y un empresariado de muy bajo perfil para proponer medidas alternativas que coadyuven a definir la incertidumbre que estamos viviendo. Esto le hace mucho mal al sector y estamos perdiendo el tren de los precios altos de los minerales, ya hay voces que indican la tendencia a la baja de los precios que podrían llegar a -14% ó -21% para los metales base en la gestión siguiente (4) y un panorama siempre cambiante y a veces incierto para los metales preciosos.
En la siguiente entrega abordaré la problemática del estaño, el metal del diablo, que ha marcado la historia más reciente de nuestro país y representa la lucha más dura por el siempre presente sueño de desarrollo industrial del país, lucha que aún hoy está vigente.
(*) Ingeniero Geólogo,
Ex Ministro de Minería y
Metalurgia
(1) Con datos de The Silver Institute, August 2007.
(2) Datos publicados por las empresas.
(3) U.S. Geological Survey, Mineral Commodity
Summaries, 2006.
(4) Natixis Commodity
Markets, August 2007.
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