El Plan de Desarrollo Económico y Social propuesto por el Gobierno y que comprende un quinquenio, propiamente hasta el 2020, busca triplicar las reservas de nuestros minerales de un estimado actual de 313 millones de toneladas a más de mil millones de toneladas brutas, por supuesto en varios yacimientos, algunos en proceso de explotación, otros considerados nuevos y algunos que deberán ser ampliados para aumentar volúmenes de producción y cuantificar un total que alcance el objetivo de aumentar las reservas minerales.
Este plan ambicioso en su proyección, y que lo hemos considerado ya en otros comentarios, vuelve a interesarnos en vista de que el mismo se considera como base de las futuras operaciones a la Corporación Minera de Bolivia (Comibol), que desde el pasado año, sigue en proceso de reestructuración que no termina pese a la necesidad imperiosa de contar con un organismo que asuma la gran responsabilidad de diseñar y ejecutar los proyectos que modernicen y hagan productiva la minería y la metalurgia del país.
Como mencionan las autoridades de Gobierno, se plantea la "refundación" de la Comibol para constituirla en una entidad eficiente y enfocada en la actividad de procesos exploratorios y en el desarrollo de una industria metalúrgica básica con procesos de diversificación productiva en minerales altamente rentables. El plan es interesante, pero su concreción y efectividad dependerá en todo caso de la forma en que se está reestructurando ese organismo, que está demás decirlo ha servido buen tiempo para el funcionamiento de una planta numerosa, poco técnica y altamente burocrática, de ahí que su funcionalidad ha sido muy cuestionada.
La nueva Comibol tiene que estar integrada en la mayoría de su estructura renovada por profesionales de la materia, ingenieros geólogos, de minas, metalurgistas, técnicos especializados en operaciones minero - metalúrgicas, en todo caso con amplia experiencia en el rubro, complementándose el equipo con otros profesionales en administración de empresas, economistas y planificadores, que trabajarán en función a los retos del desarrollo de una nueva minería y el salto de su industrialización.
Posiblemente la tarea de desburocratizar la estatal minera y profesionalizarla, sea la causa en la prolongada demora de su reestructuración, si así fuese, se justificaría de algún modo el tiempo que pasa, pero que no puede prolongarse de manera indefinida, si se alientan planes de pronta ejecución, para salvar inicialmente la crisis del presente y emprender paralelamente la búsqueda de nuevos yacimientos que aseguren la reposición de nuevos yacimientos y la estructuración para convertir esos concentrados en metales, como materia prima con valor agregado y en lo posible para uso de la diversificación de nuevas industrias nacionales.
Para algunos expertos el proyecto es de mucha magnitud en materia de su cumplimiento en un quinquenio y sin definirse claramente las inversiones que importa tan ambicioso proyecto.
Ya se ha dicho, soñar no cuesta nada, lo importante es ponerse en la realidad y trabajar ordenadamente para que el sueño se haga realidad. En el orden que supone este emprendimiento la Comibol reestructurada es elemental, en ese nivel se definirán inversiones y operaciones. Algo más que falta, reglamentar la Ley 535, para garantizar inversiones y avanzar hacia objetivos concretos.
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