La caída de los precios de materias primas afecta a los productos tradicionales que exportamos desde Bolivia, como hidrocarburos y los minerales de manera principal, aunque la crisis externa de precios también complica la producción y venta de otros productos no tradicionales como la quinua, azúcar, soya, café y varios otros que han disminuido en su rendimiento económico, tanto así que los analistas señalan un efecto negativo del 90 % en términos de valor del total de nuestras exportaciones.
Hay que tomar en cuenta que en los últimos meses, pese a ciertos vaticinios en contrario, el descenso de los precios de materias primas se agudizó, con muestra clara en el precio del barril de petróleo que llegó a 42.27, como el valor más bajo del tiempo reciente y en el otro caso, los minerales que no mostraron un repunte sustancial en sus valores, lo que obliga a trabajar fuera del equilibrio de los costos más exigentes de producción.
Una de las causas de ésta crisis es atribuible a la desaceleración de la economía China en más del 7% en el segundo trimestre del año lo que determinó una lógica reducción en el crecimiento del país asiático y por lo mismo una menor demanda de materias primas, como los que produce nuestro país. Las factorías asiáticas han disminuido su ímpetu productivo y esperan equilibrarlo en función a la competencia con otras potencias industriales.
En el caso del petróleo las circunstancias pueden tener algunas variantes aunque no en corto tiempo y el valor del barril que está poco más de los 40 $us, además que a la menor demanda, con efecto contrario hay que tomar en cuenta la mayor oferta que tiene Irán en el mercado del crudo y que exportaría nuevamente su petróleo abriendo de ese modo un proceso de balance de precio que situaría el barril en por lo menos 50 $us y no más.
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Dadas las condiciones que se presentan en el orden internacional, del cual, lamentablemente dependemos, todo apunta a la urgencia de aplicar ciertos correctivos económicos, especialmente en los rubros que corresponden a la explotación de nuestras materias primas, el petróleo, aunque con menos variantes que la minería, ésta última necesitada de ajustes urgentes en las medidas que faciliten su sostenimiento productivo y eviten el colapso de algunas empresas, como las estatales y las cooperativas.
Lo más práctico desde el ámbito productivo empresarial es contrarrestar el efecto de los precios bajos con una mayor producción y la paralela disminución, en lo posible - de los costos de operación, lo que en algunos casos no se puede dar, pero puede funcionar en circunstancias de extrema necesidad.
El tiempo de "ajustar el cinturón" en materia minera obliga a las autoridades asumir ciertas responsabilidades, pero con carácter emergente, antes que se produzca el colapso de algunas empresas, ya que en este rubro los sub sectores tienen diferentes opciones de subsistencia, pero de manera general cuando se trata de la minería boliviana, la actividad requiere de reglas claras para entrar en un proceso, que lo seguiremos llamando de "reactivación", dadas las actuales condiciones de una marcada depresión que pone en vilo a los productores del sector estatal, de la minería "chica" y de las cooperativas, con menos rigor al sector privado mediano que sale adelante pese a las dificultades, gracias a previsiones y oportunos soportes en capitales de operación
En función gubernamental se han dispuesto algunas medidas, por ejemplo en el caso del petróleo de intensificar y con el adecuado respaldo financiero ampliar las tareas de exploración de hidrocarburos de manera intensiva para lograr opciones positivas a mediano plazo, que incrementen los volúmenes de crudo y aumenten las reservas gasíferas para cumplir los contratos de exportación.
La situación de la minería es diferente, para empezar no tiene una "cabeza de decisiones" como YPFB en hidrocarburos que funciona con ciertos lineamientos ya definidos. La Comibol que debería cumplir esa tarea de estructurar la proyección minera todavía no ha sido reestructurada y en la medida que se demora ese proceso, la minería retrasa también las posibilidades de encarar en forma intensa la prospección y exploración de nuevos yacimientos.
La visión de salvar la minería y dirigirla hacia objetivos más ambiciosos, como su industrialización, demandará bastante tiempo y lamentablemente, las condiciones de una atención paralela a la que el Estado dispone para hidrocarburos, no se da para los fines de concretar un gran proyecto minero boliviano.
En ese sentido es que los "protagonistas" de la actividad minera, sean los mineros asalariados de los sectores estatal y privado, los cooperativistas, los mineros chicos y por supuesto los empresarios, plantean al gobierno definiciones urgentes para poner en marcha un nuevo esquema de actividad minera que con pleno respaldo financiero y por supuesto en una nueva estructura operativa defina las metas de un "proyecto minero" actualizado, factible, técnicamente realizable y de rentabilidad tangible para fines de su propio sostenimiento y crecimiento.
La posición de los sectores mineros es muy clara, falta una clara política minera la misma que necesita de una Ley que abra opciones de inversión y producción, un reglamento adecuado y un régimen tributario de incentivos, para la atracción de capitales y tecnología, dos aspectos que deben cuidarse en el rubro de la minería.
El problema coyuntural es que, las decisiones deben aplicarse cuanto antes, retrasar por más tiempo la aplicación de la "reactivación minera" puede significar un lamentable perjuicio para muchas empresas, gran cantidad de mineros sin trabajo y una reducción de ingresos para el Estado y para las regiones, una situación que nadie quiere y que puede transformarse en el otro pilar de la economía nacional, avizorando el buen uso de nuestras principales materias primas.
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