Las posiciones de tinte político refieren que el “negocio del litio” ya está listo y que en muy corto tiempo habrán miles de fuentes de empleo para llegar a la industrialización de la materia prima que se encuentra en los salares de Uyuni en Potosí y Coipasa en Oruro.
Si se habla de “corto tiempo” para la magnitud del proyecto, realmente puede significar inclusive risible hablar de que en el 2018 ya estaremos produciendo baterías de litio, quién sabe también pequeños automóviles… y hablar de ocho años en un negocio tan grande es relativamente un corto tiempo.
Pero yendo por partes lo que se sabe es que el Gobierno a través de sus autoridades del área minera esperan que en Bolivia se comience a producir el carbonato de litio para su comercialización en el mercado internacional a partir del año 2013 y de ahí en adelante en los cinco años siguientes proceder a la instalación de las factorías donde se producirán las baterías de litio para coches eléctricos… total con algo más de tiempo, que en el caso nuestro siempre hay que tomarlo en cuenta, posiblemente para el 2020 estaremos en condiciones de vender productos con valor agregado.
Señalamos en nota aparte que no se conocía de manera concreta cuál es la potencialidad de la reserva de litio que tiene Bolivia. Sin embargo, el Instituto Geológico de EE.UU. (USGS) sostiene que “el gran salar boliviano tiene una reserva de cinco y medio millones de toneladas de litio, mientras que una consultora externa, la Meridian Internacional Research, asegura que en Uyuni sólo existe 300 mil toneladas de litio metálico para extraer y además con un alto costo de orden medio ambientalista.
Los hechos marcan dudas aunque en los niveles oficiales y en el caso del Ministerio de Minería como en la Comibol se inclinan por ratificar que más de la mitad de las reservas mundiales de litio están en Bolivia, lo que hará tentadora la oferta nacional ante los industriales externos que ya mostraron sus condiciones para explotar las salmueras nacionales.
Siguen en carrera las empresas japonesas, hay una coreana, también está la Bolloré de Francia y hay otras opciones en Canadá y la China. Por lo visto si de inversionistas se trata hay los suficientes para competir en las condiciones que sean dispuestas por nuestro gobierno, pero todavía no se han lanzado tales reglas de juego, consiguientemente todo es cuestión de tiempo.
Si se habla de “corto tiempo” para la magnitud del proyecto, realmente puede significar inclusive risible hablar de que en el 2018 ya estaremos produciendo baterías de litio, quién sabe también pequeños automóviles… y hablar de ocho años en un negocio tan grande es relativamente un corto tiempo.
Pero yendo por partes lo que se sabe es que el Gobierno a través de sus autoridades del área minera esperan que en Bolivia se comience a producir el carbonato de litio para su comercialización en el mercado internacional a partir del año 2013 y de ahí en adelante en los cinco años siguientes proceder a la instalación de las factorías donde se producirán las baterías de litio para coches eléctricos… total con algo más de tiempo, que en el caso nuestro siempre hay que tomarlo en cuenta, posiblemente para el 2020 estaremos en condiciones de vender productos con valor agregado.
Señalamos en nota aparte que no se conocía de manera concreta cuál es la potencialidad de la reserva de litio que tiene Bolivia. Sin embargo, el Instituto Geológico de EE.UU. (USGS) sostiene que “el gran salar boliviano tiene una reserva de cinco y medio millones de toneladas de litio, mientras que una consultora externa, la Meridian Internacional Research, asegura que en Uyuni sólo existe 300 mil toneladas de litio metálico para extraer y además con un alto costo de orden medio ambientalista.
Los hechos marcan dudas aunque en los niveles oficiales y en el caso del Ministerio de Minería como en la Comibol se inclinan por ratificar que más de la mitad de las reservas mundiales de litio están en Bolivia, lo que hará tentadora la oferta nacional ante los industriales externos que ya mostraron sus condiciones para explotar las salmueras nacionales.
Siguen en carrera las empresas japonesas, hay una coreana, también está la Bolloré de Francia y hay otras opciones en Canadá y la China. Por lo visto si de inversionistas se trata hay los suficientes para competir en las condiciones que sean dispuestas por nuestro gobierno, pero todavía no se han lanzado tales reglas de juego, consiguientemente todo es cuestión de tiempo.
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