La ciudadanía, si no lo sabe, debe enterarse de la manera más realista sobre lo que significa entrar en el negocio del litio, un proceso que no es de simples pinceladas y que más bien obliga a una serie de medidas especiales para que la explotación de la riqueza estratégica que poseemos no signifique una ilusión para los bolivianos, ya que finalmente este negocio deberá ser el que consolide nuestra economía y con ella la unidad nacional.
Todavía no se ha establecido de manera evidente la capacidad o potencial que tenemos en materia de las salmueras y de estas la extracción del carbonato de litio y más adelante su industrialización. Se dice que Bolivia tiene la reserva más importante de litio a nivel mundial, de ahí el interés de muchas empresas externas en busca de alcanzar acuerdos con nuestro gobierno para formar parte del primer sistema “asociativo” para extraer la materia prima que se convertirá en la base de la industrialización de ese material para convertirlo en las “pilas” que moverán en un inmediato futuro el sistema vehicular limpio y sin el uso de los carburantes fósiles.
Actualmente y con inversión nacional se implementa una planta piloto en el Salar de Uyuni, la misma que comenzará a producir carbonato de litio a partir del segundo trimestre del año venidero, posiblemente en una alianza temporal con expertos japoneses situación que más adelante podría ampliarse si se dan condiciones propicias para una sociedad estratégica entre Gobierno y alguno de los poderosos inversionistas, prioritariamente los japoneses.
No hay que descartar una implícita invitación del Primer Mandatario para que empresarios bolivianos puedan acordar la suficiente inversión para asociarse con el Estado y encarar sin capitales foráneos la explotación e industrialización del litio. Esa sería una alternativa de tipo nacionalista que sin embargo no ha tenido aún ninguna repercusión, salvo la de reconocer que la inversión para el negocio del litio debe ser realmente millonaria… y tal parece que ese capital no existe en nuestro país.
Frente a la carencia de recursos financieros “nativos” es necesaria la ubicación de nuestro Gobierno en el contexto de una realidad que obliga a pensar en las alternativas más prácticas que son la atracción de inversionistas en base a un conjunto de medidas que comiencen por seguridad jurídica, incentivos y claras reglas de juego que permitan avanzar con criterio de competitividad, sabiendo que el negocio del litio actualmente lo lideriza Chile, le siguen Argentina, Canadá y Australia, países que ya avanzaron hasta llegar a la industrialización del litio, convertido en producto de valor agregado que son las baterías de energía para mover unidades motorizadas sin carburantes.
Posiblemente ciertos afanes políticos influyan en la toma de decisiones por parte del Gobierno para definir la política específica para encarar el negocio del litio, sin embargo, lo importante tiene que ser la ubicación en el escenario actual y la definición protagónica en un hecho trascendental que marcará –aunque parezca exagerado– el futuro de la Bolivia progresista que todos queremos. Es importante la comercialización del litio, no menos significativa resulta ahora una toma de decisiones para no frenar tan anhelado proyecto.
Todavía no se ha establecido de manera evidente la capacidad o potencial que tenemos en materia de las salmueras y de estas la extracción del carbonato de litio y más adelante su industrialización. Se dice que Bolivia tiene la reserva más importante de litio a nivel mundial, de ahí el interés de muchas empresas externas en busca de alcanzar acuerdos con nuestro gobierno para formar parte del primer sistema “asociativo” para extraer la materia prima que se convertirá en la base de la industrialización de ese material para convertirlo en las “pilas” que moverán en un inmediato futuro el sistema vehicular limpio y sin el uso de los carburantes fósiles.
Actualmente y con inversión nacional se implementa una planta piloto en el Salar de Uyuni, la misma que comenzará a producir carbonato de litio a partir del segundo trimestre del año venidero, posiblemente en una alianza temporal con expertos japoneses situación que más adelante podría ampliarse si se dan condiciones propicias para una sociedad estratégica entre Gobierno y alguno de los poderosos inversionistas, prioritariamente los japoneses.
No hay que descartar una implícita invitación del Primer Mandatario para que empresarios bolivianos puedan acordar la suficiente inversión para asociarse con el Estado y encarar sin capitales foráneos la explotación e industrialización del litio. Esa sería una alternativa de tipo nacionalista que sin embargo no ha tenido aún ninguna repercusión, salvo la de reconocer que la inversión para el negocio del litio debe ser realmente millonaria… y tal parece que ese capital no existe en nuestro país.
Frente a la carencia de recursos financieros “nativos” es necesaria la ubicación de nuestro Gobierno en el contexto de una realidad que obliga a pensar en las alternativas más prácticas que son la atracción de inversionistas en base a un conjunto de medidas que comiencen por seguridad jurídica, incentivos y claras reglas de juego que permitan avanzar con criterio de competitividad, sabiendo que el negocio del litio actualmente lo lideriza Chile, le siguen Argentina, Canadá y Australia, países que ya avanzaron hasta llegar a la industrialización del litio, convertido en producto de valor agregado que son las baterías de energía para mover unidades motorizadas sin carburantes.
Posiblemente ciertos afanes políticos influyan en la toma de decisiones por parte del Gobierno para definir la política específica para encarar el negocio del litio, sin embargo, lo importante tiene que ser la ubicación en el escenario actual y la definición protagónica en un hecho trascendental que marcará –aunque parezca exagerado– el futuro de la Bolivia progresista que todos queremos. Es importante la comercialización del litio, no menos significativa resulta ahora una toma de decisiones para no frenar tan anhelado proyecto.
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