Me referiré a la administración de los recursos minerales, tema clave para la salud económica del país y pese a la letanía de sectores anti-minería que critican el extractivismo puro y duro y proponen diversificar los sectores no tradicionales de la economía, pese a que es una verdad de Perogrullo que sin gas ni minerales el país no sería viable, esa es nuestra situación actual y nuestra perspectiva a mediano y largo plazo. La diversificación y sustitución de exportaciones ya se mencionó en el Plan Bohan de los años 50, que logró integrar el oriente del país con ese fin y en los muchos planes que sucedieron a aquel desde entonces. El camino recorrido es largo y al final, matices más o menos, la dependencia sigue. Por eso países del primer mundo han vuelto a reabrir viejas minas, algunas de carbón y otras de metales básicos por la perspectiva tecnológica que ofrecen ciertos componentes como cadmio, cobalto, platino y níquel; también están de moda los proyectos en salares que contienen litio, potasio o manganeso y las minas que puedan contener grafito, un elemento estelar para la tecnología actual que busca la transición energética a fuentes menos contaminantes y para los gadgets que permiten almacenarla y suministrarla a poblados cada vez mayores. Por eso todas las transnacionales están en la frenética búsqueda de minas de Espodumeno por su contenido de litio más alto que en las salmueras, parámetro definitorio en la reducción de costos de baterías y autos eléctricos. Por eso Estados Unidos es ahora el primer productor de petróleo y ha desestabilizado la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo); por eso países del primer mundo ya están con la mira puesta en el cosmos, en los planetas vecinos y sus satélites y en algunos asteroides donde ya se han identificado metales preciosos y tecnológicos en concentraciones muy altas, la minería en el cosmos ya está en los planes.
En el país, seguimos en la rutina de la minería heredad de los Barones del Estaño a la que se combate por contaminante cuando es empresarial y de grandes volúmenes pero se la permite cuando es minería informal y artesanal así haya copado la explotación del oro en una de las cuencas aluvionales más grandes de Sudamérica y pese al atroz impacto ambiental que ello conlleva. El Estado insiste en despertar los elefantes blancos de la minería republicana (v. g. Mutún o Karachipampa), ahuyenta al capital privado que llegó al país en los años 90 y generó nuevos proyectos (v. g. San Cristóbal o San Bartolomé), estatiza algunos proyectos de exploración donde hay resultados alentadores (v. g. Mallku Khota) y busca nuevos socios y los encuentra, algunos de muy poca experiencia en la industria pero que aceptan los duros términos de una legislación sectorial que repele el juego del capital privado en los negocios mineros. Los resultados están a la vista, no hay un portafolio de proyectos de interés a escala mediana o grande, estamos en la lucha por sacar a flote nuestro proyecto estrella en el Salar de Uyuni, desfasado en relación a proyectos de Chile y Argentina y peor aún a los de Australia, Canadá o China. Pataleamos en el Mutún que a esta altura de las circunstancias ya será un intento de muy poca trascendencia frente al nivel tecnológico actual de la siderurgia en el mundo.
¿Cómo salir del entuerto de nuestra política minera sin daños irreversibles? ¿Se debe cambiar el esquema de raíz o se debe "remendar" la legislación vigente? ¿Debe haber apertura al capital privado o estamos contentos con cargar al Estado todo el peso de generar y administrar la minería en el país? El país merece respuestas. CONTINUARÁ.
(*) Ingeniero geólogo,
ex Ministro de Minería
y Metalurgia
Dionisio J. Garzón M.
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