La madrugada del 24 de junio de 1967, se produjo un hecho insólito cuando efectivos militares de dos regimientos incursionaron en las proximidades de los campamentos de Siglo XX y Llallagua, parapetándose en sitios desde los cuales dispararon contra los pobladores que terminaban la celebración de San Juan, tras reuniones familiares al calor de fogatas, consumo de aguardiente y baile al compás de charangos, quenas, zampoñas y guitarras.
La alegría de tradición en la noche más fría de invierno se convirtió en una dolorosa escena con víctimas fatales y muchos heridos, que no entendían el motivo de una tragedia, ordenada por el gobierno de entonces René Barrientos Ortuño.
El motivo de la cruel acción era "una prevención anticipada" a los mineros, tras la aplicación de medidas sociales aplicadas desde el Palacio Quemado, bajando salarios, desabasteciendo las pulperías y desconociendo el fuero sindical. Era parte de la destrucción del movimiento obrero, que siempre fue liderado por los trabajadores mineros y que en ese tiempo anunciaron su apoyo a la guerrilla del Che Guevara. Esos intentos fueron frenados con la muerte de una veintena de trabajadores y casi un centenar de heridos. Pero como se mostró más adelante, la convicción sindical no se frenaba con violencia. A cincuenta años de la masacre de San Juan, tal hecho sacudirá con seguridad la conciencia de los trabajadores mineros, para situarse como entonces a la vanguardia del movimiento obrero, defendiendo los derechos de todos los trabajadores.
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