En un remoto lugar de los Andes Centrales, donde tienen sus dominios las grandes aves y los camélidos, en remotos tiempos donde la memoria se pierde entre la leyenda y la historia, germinó un país rico en oro, plata, estaño, bismuto, wólfram y otros metales. Riqueza de los reinos primigenios, fue saqueada a su turno por conquistadores hispanos que dominaron estas tierras, por una burguesía minero feudal en los primeros años republicanos y por empresas transnacionales en el inmediato pretérito. Nunca se pudo implementar una industria de los metales en estas tierras, que signifique el verdadero desarrollo de sus potencialidades.
Siempre hubo un sino diabólico expresado en las luchas intestinas por el control y usufructo de estas riquezas, que postergó las aspiraciones del país en aras de mezquinos intereses. A su turno, intereses de la Corona española cuando se descubrió el portentoso Cerro Rico de Potosí cuya riqueza argentífera desbordó los caudales reales y originó el temprano capitalismo europeo; intereses de los Barones del Estaño cuando se descubrieron los mayores yacimientos filonianos de estaño de las Américas (Llallagua y Huanuni) cuya riqueza coronó como rey del estaño a Don Simón I. Patiño en la primera mitad del Siglo XX o, intereses transnacionales cuando se acometió la explotación de los aluviones auríferos del norte de La Paz, de los pocos yacimientos de oro en roca dura (Kori Kollo, Kori Chaca, Don Mario, Puquío Norte) y también de los yacimientos polimetálicos cordilleranos. Estos últimos produjeron además de metal, pequeños reyes chiquitos (J. A. Aramayo, F. A. Aramayo, A. Arce y G. Pacheco, los patriarcas de la plata; P. Tramontini, Rey del Antimonio; C. V. Aramayo, rey del bismuto).
Los intentos de volver a la soberanía nacional estas riquezas produjeron una Revolución Nacional en 1952 con la que nació la Corporación Minera de Bolivia, Comibol, que durante treinta años y en su época más notoria trató sin mucho éxito, de mantener el prestigio y las ganancias de la explotación de minas ya en declive de los Barones del Estaño. La injerencia política en la estatal minera, terminó con esos y otros anhelos nacionales y provocó el advenimiento del llamado neoliberalismo en 1985 con su larga historia de privatizaciones y capitalizaciones y la casi destrucción de Comibol. Después de veinte años pasamos a la actual administración de gobierno en 2006, que trata sin mucho éxito, de volver a las glorias del 52 y de proyectar la minería a una etapa de aprovechamiento integral de los metales en suelo patrio. ¿Por qué no tenemos éxito como país?
Hay dos características inherentes a los exitosos Reyes y Reyes Chiquitos mencionados líneas arriba: su proyección internacional y el control de la cadena de producción y hay dos características comunes a las no muy exitosas revoluciones: su filosofía de tribu ancestral que cierra al país en sus fronteras cuando hoy se han globalizado hasta los pensamientos y el encarar el control de la cadena de producción desordenadamente, con el corazón más que con el cerebro.
La minería es un negocio, es la tribu global en acción donde los exitosos son los más competentes; el péndulo de nuestra historia minera seguirá su curso diabólico de estatizaciones y/o privatizaciones las más de las veces sin sentido, si no nos ubicamos en el negocio primero y alejamos la negativa injerencia política después. La fotografía actual del país en este sentido es para decir lo menos, crítica: injerencia política total, predominio de la informalidad en el sector, sequía total de inversiones privadas por la filosofía poco propicia de la Ley 535 y otras normas, los proyectos estatales de los que dependemos avanzan a gatas cuando deberían correr y la proyección de nuestra minería al resto del mundo se refleja en que ahora ya ni nos nombran en las estadísticas a nivel global y nuestros proyectos mineros se ven como curiosidades. No sé si seremos capaces de cambiar la historia para bien y en esta generación pero, el péndulo letal que definió nuestra historia debe parar. Abrigo la esperanza de que así será en un futuro ojalá muy cercano.
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