La gigantesca operación argentífera de San Bartolomé incrementará el valor de las exportaciones.
El incremento en la producción minera se debe al fuerte impulso de la mega mina San Cristóbal, cuyas exportaciones, debido al pequeño tamaño de nuestra minería, bien podrían representar entre el 70 y 80 por ciento del total de las otras minas en actual operación y cuyo inicio data de 1996, afirma el ex ministro de Minería, Jorge Espinoza Morales, en referencia a los recientes índices de crecimiento del sector.
Además, con la gigantesca operación argentífera de San Bartolomé, en las faldas del cerro de Potosí, inaugurada el mes pasado, luego de 12 años de maduración, el valor de las exportaciones se incrementará mucho más.
“Con seguridad de que con la nueva política minera del país, los ejecutivos de ambos proyectos hubiesen decidido no invertir para desarrollarlos”, afirma el ex ministro de Minería, Jorge Espinoza Morales, al dar cuenta que el arranque en las inversiones no se debe de manera única y exclusiva a la “nueva política minera”, sino a esos emprendimientos que tienen más de doce años de maduración.
Para la ex autoridad de gobierno, la realidad es que a mitad de gestión de este gobierno, en el occidente del país –que es la zona más depauperada–, “no se han iniciado nuevos trabajos de exploración por lo que no debemos esperar ninguna mina nueva de importancia en menos de 10 años”.
“Es más, empresas que realizan exploraciones en el país desde hace años como Apogee, con resultados alentadores en los alrededores de la mina Pulacayo de Comibol, están a la espera de que se aclare el panorama minero para tomar una decisión”, revela Espinoza Morales.
Pesadez estatal
Para Espinoza, tras la nacionalización de las minas, la Corporación Minera de Bolivia (Comibol), “no desarrolló una sola nueva operación y desde 1952 las pocas minas nuevas pequeñas, medianas o grandes (Inti Raymi, San Cristóbal y San Bartolomé) se debieron a la inversión privada nacional y extranjera”.
Para la ex autoridad, a pesar del “rotundo fracaso operativo de Comibol”, que en cuanto a reservas minerales en 1952 estaba en mejores condiciones que ahora, “el Gobierno pretende dar a dicha institución el control de la minería boliviana”.
“El Estado no es mal administrador por ser Estado, sino porque en el país no pudo ni puede sustraerse del nocivo manejo político de los recursos naturales”, puntualiza.
Como prueba de ello menciona la repetición de errores cometidos anteriormente, como: “la inaudita contratación de 4.000 trabajadores para la mina Huanuni, la gran mayoría de ellos supernumerarios, contratos técnicos injustificados, adquisiciones dudosas, incrementos salariales irracionales, etcétera”.
Agrega que el actual gobierno tampoco toma en cuenta el hecho de que todos los países que han mejorado drásticamente su economía, “entre otros los socialistas China y Vietnam, ha sido a través de la captación de la Inversión Extranjera Directa (parece que Cuba también irá en ese sentido), que básicamente depende de una política que brinde seguridad jurídica y un equitativo régimen tributario a la inversión”.
Sin incentivos
Para Espinoza la situación está clara, sin incentivos –sean estos de la naturaleza que fueran–, no se atraerá inversiones y las consecuencias junto al agotamiento o el cierre de minas, así como la no existencia de otras nuevas, “dará lugar a un fuerte incremento de la desocupación en el occidente del país, donde la minería es la actividad principal, que se traducirá en conflictos sociales de magnitud”.
De la misma manera, da cuenta que a pesar de las muchas experiencias con el “capitalismo de estado” en varios países del mundo, no existe uno solo que se haya desarrollado con este modelo, “por lo que estamos yendo contra la lógica y la corriente”.
Finalmente, explica que: “Si la China continuaba con el modelo socialista, no hubiera alcanzado su elevado grado de industrialización, que al requerir cada vez más materias primas, entre ellas minerales, hizo subir sus precios a niveles como nunca había ocurrido antes, precios de los que disfrutamos ahora. Pensar que hasta hace menos de dos décadas deprimía los precios, lanzando al mercado grandes cantidades de minerales ocasionando los temidos ‘dumpings’”.
El incremento en la producción minera se debe al fuerte impulso de la mega mina San Cristóbal, cuyas exportaciones, debido al pequeño tamaño de nuestra minería, bien podrían representar entre el 70 y 80 por ciento del total de las otras minas en actual operación y cuyo inicio data de 1996, afirma el ex ministro de Minería, Jorge Espinoza Morales, en referencia a los recientes índices de crecimiento del sector.
Además, con la gigantesca operación argentífera de San Bartolomé, en las faldas del cerro de Potosí, inaugurada el mes pasado, luego de 12 años de maduración, el valor de las exportaciones se incrementará mucho más.
“Con seguridad de que con la nueva política minera del país, los ejecutivos de ambos proyectos hubiesen decidido no invertir para desarrollarlos”, afirma el ex ministro de Minería, Jorge Espinoza Morales, al dar cuenta que el arranque en las inversiones no se debe de manera única y exclusiva a la “nueva política minera”, sino a esos emprendimientos que tienen más de doce años de maduración.
Para la ex autoridad de gobierno, la realidad es que a mitad de gestión de este gobierno, en el occidente del país –que es la zona más depauperada–, “no se han iniciado nuevos trabajos de exploración por lo que no debemos esperar ninguna mina nueva de importancia en menos de 10 años”.
“Es más, empresas que realizan exploraciones en el país desde hace años como Apogee, con resultados alentadores en los alrededores de la mina Pulacayo de Comibol, están a la espera de que se aclare el panorama minero para tomar una decisión”, revela Espinoza Morales.
Pesadez estatal
Para Espinoza, tras la nacionalización de las minas, la Corporación Minera de Bolivia (Comibol), “no desarrolló una sola nueva operación y desde 1952 las pocas minas nuevas pequeñas, medianas o grandes (Inti Raymi, San Cristóbal y San Bartolomé) se debieron a la inversión privada nacional y extranjera”.
Para la ex autoridad, a pesar del “rotundo fracaso operativo de Comibol”, que en cuanto a reservas minerales en 1952 estaba en mejores condiciones que ahora, “el Gobierno pretende dar a dicha institución el control de la minería boliviana”.
“El Estado no es mal administrador por ser Estado, sino porque en el país no pudo ni puede sustraerse del nocivo manejo político de los recursos naturales”, puntualiza.
Como prueba de ello menciona la repetición de errores cometidos anteriormente, como: “la inaudita contratación de 4.000 trabajadores para la mina Huanuni, la gran mayoría de ellos supernumerarios, contratos técnicos injustificados, adquisiciones dudosas, incrementos salariales irracionales, etcétera”.
Agrega que el actual gobierno tampoco toma en cuenta el hecho de que todos los países que han mejorado drásticamente su economía, “entre otros los socialistas China y Vietnam, ha sido a través de la captación de la Inversión Extranjera Directa (parece que Cuba también irá en ese sentido), que básicamente depende de una política que brinde seguridad jurídica y un equitativo régimen tributario a la inversión”.
Sin incentivos
Para Espinoza la situación está clara, sin incentivos –sean estos de la naturaleza que fueran–, no se atraerá inversiones y las consecuencias junto al agotamiento o el cierre de minas, así como la no existencia de otras nuevas, “dará lugar a un fuerte incremento de la desocupación en el occidente del país, donde la minería es la actividad principal, que se traducirá en conflictos sociales de magnitud”.
De la misma manera, da cuenta que a pesar de las muchas experiencias con el “capitalismo de estado” en varios países del mundo, no existe uno solo que se haya desarrollado con este modelo, “por lo que estamos yendo contra la lógica y la corriente”.
Finalmente, explica que: “Si la China continuaba con el modelo socialista, no hubiera alcanzado su elevado grado de industrialización, que al requerir cada vez más materias primas, entre ellas minerales, hizo subir sus precios a niveles como nunca había ocurrido antes, precios de los que disfrutamos ahora. Pensar que hasta hace menos de dos décadas deprimía los precios, lanzando al mercado grandes cantidades de minerales ocasionando los temidos ‘dumpings’”.
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