El sector minero-industrial: productividad, rentabilidad, competitividad, cuidado medioambiental, responsabilidad empresarial y oportunismo de mercado son atributos de este sector; este protocolo solo es posible en el subsector formal del país y entra en contradicción con cualquier otro informal y/o con sus derivaciones de minería ilegal. Hemos tratado ampliamente el tema en mi libro De oro, plata y estaño. Plural Editores 2017, 2da. Ed., y se puede aseverar que en el país y a contracorriente con los cánones universales de la industria, el sector informal de la minería se fomenta y que la estructura del sector formal, excepción hecha de los remanentes de la Minería Mediana de los años 90 (San Cristóbal, San Bartolomé, San Vicente, etc.), la minería formal estatal y/o privada, sobre todo la de pequeña escala, navega por mares de improvisación.
i) Se puede argüir lo que se quiera pero la decisión de renacionalizar las viejas minas para hacer del Estado otra vez un productor, solo fue un buen deseo y el objetivo de potenciar la estatal minera Comibol no pasó de aquello. No se puede decir con propiedad que Huanuni, Corocoro, inclusive Colquiri, son operaciones competitivas y de alta rentabilidad, algunas ni siquiera son rentables, tampoco tienen una trascendencia más allá de nuestras fronteras como operaciones mineras importantes y la Comibol se debate entre reestructurarse, refundarse como empresa pública estratégica corporativa o perecer.
ii) Mutún y Salar de Uyuni han salido del control corporativo y son unidades aisladas de futuro incierto a juzgar por su grado actual de avance. En el caso del Mutún que es ejemplo de indefinición, a esta altura del tiempo resulta paradójica la decisión política (una de las primeras de la administración actual) de expulsar del país a EBX Capital Partners del empresario y capitalista Eike Batista (quien ya había instalado una planta de arrabio y hierro esponja en Puerto Quijarro, Santa Cruz), para diez años después poner en agenda un proyecto estatal similar para una acería que produciría acero crudo, hierro laminado y perfiles de acero para el mercado interno, en asociación con una empresa china (Sinosteel) poco conocida en el exclusivo círculo del hierro y el acero. Al margen de las ventajas concedidas a EBX en la época para operar en Zona Franca y a los problemas medioambientales de su proyecto por el uso de carbón vegetal -que dispararon la resistencia popular al emprendimiento- ¿no se podía negociar con Batista un acuerdo más pragmático para utilizar su planta, mejorar parámetros medioambientales y acceder a relaciones con la industria del acero de Brasil? Hay que tener en cuenta que por la ubicación de nuestro proyecto estaremos obligados a relacionarnos con ese país si queremos tener alguna posibilidad de rentabilidad y mercados.
iii) En el caso del Salar y en relación al punto de oportunismo de mercado, hemos hecho todo lo contrario a lo recomendable: nos hemos limitado de tal manera por la Ley 535 (v. g. Art. 73- IV) que Comibol está obligada a completar la investigación de química básica antes de poder asociarse con otra empresa para desarrollar el proyecto industrial. Aún hoy nos debatimos en el pilotaje y en el diseño de la futura planta, perdiendo más de una década donde la industria ha sentado reales en Argentina y Chile y hoy ambos países tienen acuerdos de largo alcance para la venta de carbonato e hidróxido de litio, carbonato de potasio, plantas de ensamblaje de baterías e inclusive la infraestructura de fabricación de autos híbridos y eléctricos, con los íconos del tema: Tesla, Nissan, General Motors o Hyundai para citar algunos (Continuará).
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