Pese a cualquier circunstancia en contrario, está muy claro que la riqueza minera del territorio boliviano, usurpada por la codicia chilena y alentada por la fuerza de un imperio externo, le permite al país vecino sostener la mayor parte de su economía, explotando ricos yacimientos, como los que se encuentran en Antofagasta, que "fueron" bolivianos y pasaron atrabiliariamente a la pertenencia de un país que invadió tierra y mar de Bolivia.
Según los analistas es muy difícil cuantificar la proporción del enorme daño que se ocasiona a Bolivia con más de un siglo de privarle de su territorio y su salida natural al océano Pacífico, como también resulta incalculable, el valor del despojo que se produce desde la ocupación de Antofagasta y localidades aledañas, con un suelo altamente mineralizado y que desde entonces y hasta el presente, permite el sostenimiento de la economía chilena, comprobándose que esa inmensa riqueza natural que fue boliviana, es ahora la que nutre de divisas al país vecino y que crece con planes de amplio desarrollo en el proceso de la explotación de minerales.
A raíz de los alegatos que se han presentado ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya, por parte del equipo jurídico boliviano y la parte que le corresponderá a Chile en igual escenario, se ha producido un intercambio de mensajes de autoridades de ambos países. El Mandatario boliviano, ha expresado y con argumentos valederos e irreversibles, que "Antofagasta fue y es territorio boliviano, ahora ocupado por Chile", en una clara alusión al movimiento económico que genera la minería de ese distrito y que Chile defiende con su propio argumento, cuando su máxima autoridad señala que "Antofagasta fue, es y será territorio chileno". Descaro total en la primera apreciación, esa que afirma que la rica zona minera fue chilena. Lo que sigue es parte de la historia de un alevoso ataque que no niegan los chilenos y que evidentemente desde esa ocupación, basada en grandes intereses externos y los expansionistas de Chile, han cambiado la propiedad de una vasta región que le permite percibir millonarios ingresos, que por supuesto no los comparte con los dueños naturales del rico subsuelo mineralizado de las minas de Antofagasta.
Se cumplieron 139 años de la invasión armada de Chile al puerto boliviano de Antofagasta y es un hecho que no puede ignorarse, pues el resultado de tal acción está a la vista y se traduce en millones de dólares que las ex autoridades y las actuales del gobierno del vecino país, saben de donde provienen y cuanto pesan y cuánto valen.
El Presidente de Bolivia, para refrescar la memoria de los gobernantes de Chile, apeló a la historia, como "fuente de conocimiento y de verdad, que es luz de libertad de los pueblos", afirmando luego que "la soberanía de Bolivia sobre el Litoral y Antofagasta, fue reconocida por Chile en cuatro de sus constituciones y dos tratados de límites", de estos últimos que por supuesto no se cumplen, aunque Chile los pregona machaconamente.
La figura es clara, de no haber mediado la interesada invasión chilena, justamente a los territorios más ricos de Bolivia, otra sería la suerte de estos dos países y muy complicada la del "invasor" que más de un siglo- y lo sabe - mantiene la mayor parte de su economía con la riqueza del territorio invadido. Bolivia de no haber sufrido esa pérdida territorial y sometida a un forzado enclaustramiento marítimo, estaría sumando los beneficios que le resta la injusticia, favoreciendo a los invasores.
La riqueza boliviana, minera esencialmente, los grandes depósitos de guano y salitre, expuestos a la luz del sol, como explican los historiadores, motivó particular interés de un imperio europeo, que costeó al gobierno chileno los gastos de la invasión y los que representaron poner en marcha la explotación del rico territorio boliviano, que en el tiempo presente, desconociendo su propia historia, se asegura algo que increíblemente el mundo sabe, que Antofagasta ha sido, es y será siempre territorio boliviano.
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