domingo, 12 de septiembre de 2010

Luto en las minas

Dentro del Cerro Rico  pasan cosas difíciles de creer:  se respira un aire caliente y duro, saturado de sílice; y por las paredes de los socavones brotan corrientes de agua que luego, cuando topan el suelo, se convierten en un lodo plomo y frío. 

En las entrañas de ese yacimiento de estaño, plata y zinc, cada día hay por lo menos 300 detonaciones de dinamita que sacuden ese ‘hormiguero’, en el que se ha convertido la mina a lo largo de más de 500 años de explotación. En esa catedral de la minería internacional existen 112 bocas por donde ingresan cada día 10.000 hombres que no saben si saldrán enteros, vivos, o muertos.

No es exagerar. El propio presidente de la Federación de Cooperativas Mineras de Potosí (Fedecomin), Julio Quiñones, desenfunda un dato duro: en lo que va del año hubo 350 accidentes en el interior y exterior de la mina, y 12 trabajadores perdieron la vida. La culpa, dice, la tienen varios factores: la humedad del terreno hace que las rocas se caigan y las estructuras añejas se desplomen, la carga de minerales sepulta a los que están en la zona de impacto, la dinamita detona antes o después de tiempo y los gases tóxicos aprisionados en un lugar escaso de ventilación asfixian y matan.  “Muchas veces no podemos rescatar a los accidentados. La minería en Bolivia está retrasada”, dice Quiñones, que lamenta que la actividad que tanto dinero ha dado a Bolivia y al mundo (se habla de 20.000 toneladas de plata) siga operando como hace 500 años, cuando llegaron los españoles.

Aquí no es como en Chile, dice, refiriéndose al plan de rescate para salvar a los 33 hombres que quedaron atrapados a 700 metros bajo tierra en la mina San José, de Copiapó.
Quiñones se refiere a que, por lo menos en el Cerro Rico, no existen accesos para meter aire natural al interior de la mina y hay deficiencias para introducirlo artificialmente, puesto que no hay suficiente diésel para hacer funcionar las compresoras.

El dirigente dijo que la lista de las personas fallecidas está en poder la Policía, dado que se encuentran, por cuestiones legales, en etapa de investigación. “Sobre los 350 accidentados no hay ningún informe, puesto que se trata de lesiones que ocurren a menudo y que ya son parte de una actividad a la que los mineros se dedican sabiendo que no es seguro volver a casa”. 

En la empresa minera Huanuni trabajan 5.000 personas. Ahí, fueron bajando los índices de accidentes desde que en 2006 se fusionaron los cooperativistas con los asalariados de la Comibol después de que ambos sectores se enfrentaron a dinamitazos por la disputa de un área de explotación del cerro Posokoni. Pese a los esfuerzos se registran sucesos que van desde los accidentes leves hasta los letales.

En el Sindicato de Trabajadores de la Mina de Huanuni informaron de que uno de los principales problemas es que no existe ventilación para expulsar los gases tóxicos. Ejecutivos del sindicato también afirmaron que hay sectores donde están agotadas las estructuras que soportan el peso de las rocas y los sacudones de los explosivos.

En la mina del cerro Posokoni, al igual que en el Cerro Rico, no existen las suficientes chimeneas de ventilación natural. Pero hay algunas esperanzas de mejores días. Miguel Zubieta, minero de 54 años y miembro del Sindicato de Trabajadores de Huanuni, dijo que para el próximo año está prevista la compra de un equipo de perforación moderno conocido como Raise Borer, similar al que está utilizando el Gobierno chileno para rescatar a los 33 hombres atrapados en el subsuelo. “Este equipo, que cuesta $us 1,7 millones, nos servirá para hacer excavación de chimeneas para llegar con aire fresco hasta los 320 metros debajo de la superficie y donde el aire es un bien escaso. La maquinaria también servirá para salvar posibles tragedias, como la ocurrida en Chile”, anticipó este minero que tiene tres hijos y también soportó tres accidentes dentro de los túneles. 

Zubieta y otros miembros del sindicato minero de Huanuni señalaron que a comienzos de año casi semanalmente había accidentes mortales y que hasta la fecha por lo menos diez mineros nunca más llegaron a casa.

Eugarte Choqueyate Quispe, inspector de seguridad industrial, pone paños fríos a las cifras rojas. “Cada vez hay menos accidentes. Estamos trabajando para que, a pesar de tener limitaciones técnicas y operativas, las desgracias disminuyan. Yo he visto morir a varios compañeros. Es algo muy feo”, dice Choqueyate que está en las mismas entrañas del Posokoni dando instrucciones sobre seguridad física.
Ahí adentro, otros mineros le rinden culto al Tío -el diablo tutelar que habita en el interior de los socavones- y al que le suplican que les conceda el filón más rico de estaño y los proteja también de las enfermedades y los peligros.  

Miguel Ángel Mamani, secretario de la Central Obrera Departamental de Potosí, es de los que cree que no todas las fatalidades ocurridas en las entrañas de las minas salen a la luz y que muchas muertes son ocultadas, puesto que algunos familiares de desaparecidos prefieren evitar líos con los dirigentes de las cooperativas.“Muchas personas llegan del campo y son recibidas en las minas alejadas de las leyes laborales”, indica. Julio Quiñones, de Fencomin, dice lo contrario y asegura que todas las tragedias son dadas a conocer a la Policía. 
Pero la alerta no sólo está puesta en los bronquios del centro minero de Potosí. “El Cerro Rico se está derrumbando.
En su superficie hay 200 hundimientos, lo que pone en riesgo la vida de quienes trabajan adentro”, denunció el presidente del Comité Cívico Potosinista,  Celestino Condori.

El ejecutivo de la COD también ha salido al paso señalando que desde los 4.400 metros hasta la cima del Cerro Rico que llega a los 4.780, existen hundimientos y que se deben tomar medidas urgentes para evitar una catástrofe mayúscula. 

El Gobierno ya se ha pronunciado. En la reunión que sostuvieron el pasado jueves los ministros de Culturas, Zulma Yugar, y de Minería, José Pimentel, con autoridades cívicas y políticas de Potosí, firmaron un acuerdo en el que se establece que el 16 del presente licitarán los estudios topográficos y geofísicos para tener una visión real del estado del Cerro Rico y, en función a ello, definir las acciones de preservación, a las que todos los que trabajan en el yacimiento deben someterse.
Pero mientras llegue ese estudio, los mineros tienen una certeza: saben cuándo entrarán a los túneles en busca de vetas de minerales, pero desconocen si saldrán enteros, vivos, o muertos, porque allá adentro ocurren cosas difíciles de creer.
   Las cifras  
1.900
Es la cantidad estimada de bocaminas que existen en el Cerro Rico desde la época de la colonia. De esa cantidad, 112 están siendo utilizadas en estos momentos.
3.500 t
Es la cantidad de roca que los mineros  extraen desde el Cerro Rico cada día y que luego se la procesa para obtener estaño, zinc y plata, los minerales apetecidos en mercados externos.
350
Sería el número de mujeres que enviudaron desde el 2006 en Huanuni. Sus esposos fallecieron en accidentes dentro y fuera de los yacimientos y a causa de enfermedades pulmonares.
48
Son las cooperativas afiliadas a la Federación de Cooperativas Mineras de Potosí. En todo el departamento existen aproximadamente 23.000  personas que extraen minerales.

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